Si yo, por ti, he creado un mundo para ti, dios, tú tenías seguro que venir a él, y tú has venido a él, a mí seguro, porque mi mundo todo era mi esperanza.
Yo he acumulado mi esperanza en lengua, en nombre hablado, en nombre escrito; a todo yo le había puesto nombre y tú has tomado el puesto de toda esta nombradía.
Ahora puedo yo detener ya mi movimiento, como la llama se detiene en ascua roja con resplandor de aire inflamado azul, en el ascua de mi perpetuo estar y ser; ahora yo soy ya mi mar paralizado, el mar que yo decía, mas no duro, paralizado en ondas de conciencia en luz y vivas hacia arriba todas, hacia arriba.
Todos los nombres que yo puse al universo que por ti me recreaba yo, se me están convirtiendo en uno y en un dios.
El dios que es siempre al fin, el dios creado y recreado y recreado por gracia y sin esfuerzo. El Dios. El nombre conseguido de los nombres.
No, no has muerto, no. Renaces, con las rosas en cada primavera. Como la vida, tienes tus hojas secas; tienes tu nieve, como la vida... Mas tu tierra, amor, está sembrada de profundas promesas, que han de cumplirse aún en el mismo
Hombres en flor -corbatas variadas, primores de domingo-: mi alma ¿qué es ante vuestro traje? Jueces de paz, peritos agrícolas, doctores, perdonad a este humilde ruiseñor del paisaje.
Si yo, por ti, he creado un mundo para ti, dios, tú tenías seguro que venir a él, y tú has venido a él, a mí seguro, porque mi mundo todo era mi esperanza.