Yo soy aquél que no se fue de casa, que se quedó a morir, a marchitarse en el hogar materno, en el regazo de su miedo a vivir, y nunca supo a qué sabe la vida estando lejos.
Niño que no creció, pájaro enfermo que no abandonó el nido y decidió quedarse sin su vida, en el lugar del hijo, a que su madre lo cuidara.
Hablo de aquellos hijos que quisieron casarse con sus madres, y viceversa, y ya sólo la muerte los podrá separar.
Hablo de tribus de hombres desolados, de hombres que no lo fueron, que nunca consiguieron alejarse del calor y la herida del origen.
Yo me fui, madre, huí de aquel peligro para llegar a éste. Y hoy te extraño porque te llevo dentro. No podía imaginar que un día habrías de ser el fruto de mi vientre. No me creas, estoy exagerando para ser más preciso, para salvarme. Soy lo que no he sido.
Aquí es donde estoy yo. Esté donde esté yo siempre estoy aquí donde me ves. esta casa, estas caras, estas cosas cansan, porque aquí cansa aquí hace sed de irse, sed de allí pero allí es el lugar donde jamás podré estar,
Yo soy aquél que no se fue de casa, que se quedó a morir, a marchitarse en el hogar materno, en el regazo de su miedo a vivir, y nunca supo a qué sabe la vida estando lejos.
Nacemos de la sed. Somos palmeras que van creciendo a fuerza de perder sus ramas. Y sus troncos son heridas, cicatrices que el viento y la luz cierran, cuando el tiempo, el que hace y el que pasa, ocupa el corazón y lo hace nido de pérdidas, erige