La canción de la morfina, de Julián del Casal | Poema

    Poema en español
    La canción de la morfina

    Amantes de la quimera, 
    Yo calmaré vuestro mal: 
    Soy la dicha artificial, 
    Que es la dicha verdadera. 

    Isis que rasga su velo 
    Polvoreado de diamantes 
    Ante los ojos amantes 
    Donde fulgura el anhelo; 

    Encantadora sirena 
    Que atrae, con su canción, 
    Hacia la oculta región 
    En que fallece la pena; 

    Bálsamo que cicatriza 
    Los labios de abierta llaga; 
    Astro que nunca se apaga 
    Bajo su helada ceniza; 

    Roja columna de fuego 
    Que guía al mortal perdido, 
    Hasta el país prometido 
    Del que no retorna luego. 

    Guardo, para fascinar 
    Al que siento en derredor, 
    Deleites como el amor, 
    Secretos como la mar. 

    Tengo las áureas escalas 
    De las celestes regiones; 
    Doy al cuerpo sensaciones; 
    Presto al espíritu alas. 

    Percibe el cuerpo dormido 
    Por mi mágico sopor, 
    Sonidos en el color, 
    Colores en el sonido. 

    Puedo hacer en un instante 
    Con mi poder sobrehumano, 
    De cada gota un océano, 
    De cada guija un diamante. 

    Ante la mirada fría 
    Del que codicia un tesoro, 
    Vierte cascadas de oro, 
    En golfos de pedrería. 

    Ante los bardos sensuales 
    De loca imaginación, 
    Abro la regia mansión, 
    De los goces orientales, 

    Donde odaliscas hermosas 
    De róseos cuerpos livianos, 
    Cíñenle, con blancas manos, 
    Frescas coronas de rosas, 

    Y alzan un himno sonoro 
    Entre el humo perfumado 
    Que exhala el ámbar quemado 
    En pebeteros de oro 



    ..................... 



    Quien me ha probado una vez 
    Nunca me abandonará. 
    ¿Qué otra embriaguez hallará 
    Superior a mi embriaguez? 

    Tanto mi poder abarca, 
    Que conmigo han olvidado, 
    Su miseria el desdichado, 
    Y su opulencia el monarca. 

    Yo venzo a la realidad, 
    Ilumino el negro arcano 
    Y hago del dolor humano 
    Dulce voluptuosidad. 

    Yo soy el único bien 
    Que nunca engendró el hastío. 
    ¡Nada iguala el poder mío! 
    ¡Dentro de mí hay un Edén! 

    Y ofrezco al mortal deseo 
    Del ser que hirió ruda suerte, 
    Con la calma de la Muerte, 
    La dulzura del Leteo. 

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