Cuando yo espire a la empinada sierra
transportad mi cadáver y en la cumbre,
¡no lo arrojéis debajo de la tierra,
sino encima, del sol bajo la lumbre!
Donde me cante el impetuoso viento
sus largos de profundis y mi caja
mortuoria sea un risco, el firmamento
mi capilla y la nieve mi mortaja.
En donde para honrar el mustio rastro
de lo que fui, cuando en la vida estuve,
¡tenga por cirio funeral, un astro
y por incienso místico, una nube!
Donde para que rabien los humanos,
que arrastran sus envidias por el suelo,
me devoren, en vez de los gusanos,
¡los buitres y las águilas del cielo!