Oye: bajo las ruinas de mis pasiones, en el fondo de ésta alma que ya no alegras, entre polvo de ensueños y de ilusiones brotan entumecidas mis flores negras.
Ellas son mis dolores, capullos hechos los intensos dolores que en mis entrañas sepultan sus raíces cual los helechos, en las húmedas grietas de las montañas.
Ellas son tus desdenes y tus rigores; son tus pérfidas frases y tus desvíos; son tus besos vibrantes y abrasadores en pétalos tornados, negros y fríos.
Ellas son el recuerdo de aquellas horas en que presa en mis brazos te adormecías, mientras yo suspiraba por las auroras de tus ojos... auroras que no eran mías.
Ellas son mis gemidos y mis reproches ocultos en esta alma que ya no alegras; son por eso tan negras como las noches de los gélidos polos... mis flores negras.
Guarda, pues, este triste, débil manojo que te ofrezco de aquellas flores sombrías; Guárdalo; nada temas: es un despojo del jardín de mis hondas melancolías.
Al monte, al valle y al río, ¿en dónde está el amor mío? ¿En dónde está? -pregunté-. Monte y valle enmudecieron, y como no respondieron, murmuró el río: -¡Yo sé!
Tú no sabes amar: ¿acaso intentas darme calor con tu mirada triste? El amor nada vale sin tormentas, sin tempestades el amor no existe. Y sin embargo ¿dices que me amas? No, no es amor lo que hacía mí te mueve; el Amor es un sol hecho de llama,
Oye: bajo las ruinas de mis pasiones, en el fondo de ésta alma que ya no alegras, entre polvo de ensueños y de ilusiones brotan entumecidas mis flores negras.
Si porque a tus plantas ruedo como un ilota rendido, y una mirada te pido con temor, casi con miedo; si porque ante ti me quedo extático de emoción, piensas que mi corazón se va en mi pecho a romper y que por siempre he de ser
Cuando lejos muy lejos, en hondos mares, en lo mucho que sufro pienses a solas, si exhalas un suspiro por mis pesares, mándame ese suspiro sobre las olas.