Fue tan tibia la felpa de las sombras, que sin querer callamos, y nos bebimos como vino añejo la frase que tembló sobre los labios. A pesar de no amarnos, en silencio se troncharon las manos, sin saber si acunábamos un sueño o era el sopor de algún amor lejano. Y también, sin saber por qué misterio, nuestras bocas ajenas se juntaron, y en las pupilas húmedas de ausencia la tarde lila se quedó temblando.
Después, en la maraña del reproche, nos perdimos hablando, y en la roca del alma se hizo sangre la fruta mentirosa de los labios...
Tal vez el viento de otras soledades nos sorprenda llorando, y entonces nacerá como eco roto la frase que callamos...
Cállate, nada digas. No quiero que disipes este blando misterio... Deja que en el hondor de los minutos, se asfixien las palabras y arda sólo el deseo.
Fue tan tibia la felpa de las sombras, que sin querer callamos, y nos bebimos como vino añejo la frase que tembló sobre los labios. A pesar de no amarnos, en silencio se troncharon las manos, sin saber si acunábamos un sueño