Cara o cruz, de León Felipe | Poema

    Poema en español
    Cara o cruz

    Filosófos, 
    para alumbrarnos, nosotros los poetas 
    quemamos hace tiempo 
    el azúcar de las viejas canciones con un poco de ron. 
    Y aún andamos colgados de la sombra. 
    Oíd, 
    gritan desde la torre sin vanos de la frente: 
    ¿Quién soy yo? 
    ¿He escapado de un sueño 
    o navego hacia un sueño? 
    ¿Hui de la casa del Rey 
    o busco la casa del Rey? 
    ¿Soy príncipe esperado 
    o príncipe muerto? 
    ¿Se enrolla 
    o desenrolla el film? 
    Este túnel 
    ¿me trae o me lleva? 
    ¿Me aguardan los gusanos 
    o los ángeles? 
    ¿Oísteis? 
    Es la nueva canción, 
    y la vieja canción... 
    ¡nuestra pobre canción! 
    ¿Quién soy yo?... 
    Mi vida está en el aire dando vueltas. 
    ¡Miradla, filósofos, como una moneda que decide! 
    ¿Cara o cruz? 
    ¿Quién quiere decirme quién soy? 
    ¿Oísteis? 
    Es la nueva canción, 
    y la vieja canción, 
    ¡nuestra pobre canción! 
    ¿Quién soy yo?... ¿Águila o sol?... 
    -Mirad. Perdí... Filósofos, perdí. 

    Yo no soy nadie. 
    Un hombre con un grito de estopa en la garganta 
    y una gota de asfalto en la retina. 
    Yo no soy nadie. 
    Y no obstante, estas manos, mis antenas de hormiga, 
    han ayudado a clavar la lanza en el costado del mundo 
    y detrás de la lupa de la luna hay un ojo que me ve como a 
    un microbio royendo el corazón de la Tierra. 
    Tengo ya cien mil años y hasta ahora no he encontrado otro 
    mástil de más fuste que el silencio y la sombra donde 
    colgar mi orgullo; 
    tengo ya cien mil años y mi nombre en el cielo se escribe con lápiz. 

    El agua, por ejemplo, es más noble que yo. 
    Por eso las estrellas se duermen en el mar 
    y mi frente romántica es áspera y opaca. 
    Detrás de mi frente -filósofos, escuchad esto bien-, 
    detrás de mi frente hay un viejo dragón: 
    el sapo negro que saltó de la primera charca del mundo 
    y está aquí, aquí, aquí, 
    agazapado en mis sesos, 
    sin dejarme ver el Amor y la Justicia. 

    Yo no soy nadie, nadie. 
    Un hombre con un grito de estopa en la garganta 
    y una gota de asfalto en la retina... Yo no soy nadie, 
    filósofos... 
    Y éste es el solo parentesco que tengo con vosotros. 

    • Que venga el poeta. 
      Y me trajisteis aquí para contar las estrellas, 
      para bañarme en el río y para hacer dibujos en la arena. 

      Éste era el contrato. 
      Y ahora me habéis puesto a construir cepos y candados, 
      a cargar un fusil y a escribir en la oficina de un juzgado. 

    • No me contéis más cuentos, 
      que vengo de muy lejos 
      y sé todos los cuentos. 
      No me contéis más cuentos. 
      Contad 
      y recontadme este sueño. 
      Romped, 
      rompedme los espejos. 
      Deshacedme los estanques, 
      los lazos, 
      los anillos, 
      los cercos, 

    • Así es mi vida, 
      piedra, 
      como tú. Como tú, 
      piedra pequeña; 
      como tú, 
      piedra ligera; 
      como tú, 
      canto que ruedas 
      por las calzadas 
      y por las veredas; 
      como tú, 
      guijarro humilde de las carreteras; 
      como tú, 

    • Yo no sé muchas cosas, es verdad. 
      Digo tan sólo lo que he visto. 
      Y he visto: 
      que la cuna del hombre la mecen con cuentos, 
      que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, 
      que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, 

    • No he venido a cantar 
      No he venido a cantar, podéis llevaros la guitarra. 
      No he venido tampoco, ni estoy aquí arreglando mi expediente 
      para que me canonicen cuando muera. 
      He venido a mirarme la cara en las lágrimas que caminan hacia el mar, 
      por el río 

    • Filosófos, 
      para alumbrarnos, nosotros los poetas 
      quemamos hace tiempo 
      el azúcar de las viejas canciones con un poco de ron. 
      Y aún andamos colgados de la sombra. 
      Oíd, 
      gritan desde la torre sin vanos de la frente: 
      ¿Quién soy yo? 

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