Como aquella nube blanca, de León Felipe | Poema

    Poema en español
    Como aquella nube blanca

    Ayer estaba mi amor 
    como aquella nube blanca 
    que va tan sola en el cielo 
    y tan alta, 
    como aquella 
    que ahora pasa 
    junto a la luna 
    de plata. 

    Nube 
    blanca, 
    que vas tan sola en el cielo 
    y tan alta, 
    junto a la luna 
    de plata, 
    vendrás a parar 
    mañana, 
    igual que mi amor, 
    en agua, 
    en agua del mar 
    amarga. 

    Mi amor tiene el ritornelo 
    del agua, que, sin cesar, 
    en nubes sube hasta el cielo 
    y en lluvia baja hasta el mar. 

    El agua, aquel ritornelo, 
    de mi amor, que, sin cesar, 
    en sueños sube hasta el cielo 
    y en llanto baja hasta el mar.

    • No me contéis más cuentos, 
      que vengo de muy lejos 
      y sé todos los cuentos. 
      No me contéis más cuentos. 
      Contad 
      y recontadme este sueño. 
      Romped, 
      rompedme los espejos. 
      Deshacedme los estanques, 
      los lazos, 
      los anillos, 
      los cercos, 

    • Así es mi vida, 
      piedra, 
      como tú. Como tú, 
      piedra pequeña; 
      como tú, 
      piedra ligera; 
      como tú, 
      canto que ruedas 
      por las calzadas 
      y por las veredas; 
      como tú, 
      guijarro humilde de las carreteras; 
      como tú, 

    • Yo no sé muchas cosas, es verdad. 
      Digo tan sólo lo que he visto. 
      Y he visto: 
      que la cuna del hombre la mecen con cuentos, 
      que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, 
      que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, 

    • No he venido a cantar 
      No he venido a cantar, podéis llevaros la guitarra. 
      No he venido tampoco, ni estoy aquí arreglando mi expediente 
      para que me canonicen cuando muera. 
      He venido a mirarme la cara en las lágrimas que caminan hacia el mar, 
      por el río 

    • Que venga el poeta. 
      Y me trajisteis aquí para contar las estrellas, 
      para bañarme en el río y para hacer dibujos en la arena. 

      Éste era el contrato. 
      Y ahora me habéis puesto a construir cepos y candados, 
      a cargar un fusil y a escribir en la oficina de un juzgado. 

    • Filosófos, 
      para alumbrarnos, nosotros los poetas 
      quemamos hace tiempo 
      el azúcar de las viejas canciones con un poco de ron. 
      Y aún andamos colgados de la sombra. 
      Oíd, 
      gritan desde la torre sin vanos de la frente: 
      ¿Quién soy yo? 

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