El Cristo de Velázquez, de León Felipe | Poema

    Poema en español
    El Cristo de Velázquez

    Me gusta el Cristo de Velázquez. 
    La melena sobre la cara... 
    y un resquicio en la melena 
    por donde entra la imaginación. 
    Algo se ve. 
    ¿Cómo era aquel rostro? 
    Mira bien, 
    compónlo tú. 
    ¿A quién se parece? 
    ¿A quién te recuerda? 
    La Luz entra 
    por los cabellos manchados de sangre 
    y te ofrecen un espejo. 
    ¡Mira bien!... ¿No ves cómo llora? 
    ¿No eres tú?... ¿No eres tú mismo? 
    ¡Es el hombre! 
    El hombre hecho Dios. 
    ¡Qué consuelo! 
    No me entendéis... 
    ¿Por qué estoy alegre? 
    No sé..., 
    tal vez porque me gusta más así: 
    el hombre hecho Dios, 
    que el Dios hecho hombre.

    • Ahora camino de noche 
      porque las noches son claras... 
      Y esta noche no hubo luna, 
      no hubo luna amiga y blanca... 
      y había pocas estrellas, 
      pocas estrellas y pálidas... 

      Y era todo triste sin la luna amiga... 
      y era todo negro sin la luna blanca. 

    • Ser en la vida romero, 
      romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos. 
      Ser en la vida romero, 
      sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo. 
      Ser en la vida romero, romero..., sólo romero. 
      Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo, 

    • Y ahora pregunto aquí: 
      ¿quién es el último que habla, el sepulturero o el Poeta? 
      ¿He aprendido a decir: Belleza, Luz, Amor y Dios 
      para que me tapen la boca cuando muera, 
      con una paletada de tierra? 
      No. He venido y estoy aquí, 

    • Oí tocar a los grandes violinistas del mundo, 
      a los grandes 'virtuosos'. 
      Y me quedé maravillado. 
      ¡Si yo tocase así!... ¡Como un 'Virtuoso'! 
      Pero yo no tenía 
      escuela 
      ni disciplina 
      ni método... 
      Y sin estas tres virtudes 

    • No he venido a cantar 
      No he venido a cantar, podéis llevaros la guitarra. 
      No he venido tampoco, ni estoy aquí arreglando mi expediente 
      para que me canonicen cuando muera. 
      He venido a mirarme la cara en las lágrimas que caminan hacia el mar, 
      por el río