Me gusta el Cristo de Velázquez. La melena sobre la cara... y un resquicio en la melena por donde entra la imaginación. Algo se ve. ¿Cómo era aquel rostro? Mira bien, compónlo tú. ¿A quién se parece? ¿A quién te recuerda? La Luz entra por los cabellos manchados de sangre y te ofrecen un espejo. ¡Mira bien!... ¿No ves cómo llora? ¿No eres tú?... ¿No eres tú mismo? ¡Es el hombre! El hombre hecho Dios. ¡Qué consuelo! No me entendéis... ¿Por qué estoy alegre? No sé..., tal vez porque me gusta más así: el hombre hecho Dios, que el Dios hecho hombre.
Oh, este dolor, este dolor de no tener ya lágrimas; este dolor de no tener ya llanto para regar el polvo. ¡Oh, este llanto de España, que ya no es más que arruga y sequedad... mueca, enjuta congoja de la tierra,
Pasan los días y los años, corre la vida y uno no sabe por qué vive... Pasan los días y los años, llega la muerte y uno no sabe por qué muere. Y un día el hombre se pone a llorar sin más ni más, sin saber por qué llora por quién llora...
Nadie fue ayer, ni va hoy, ni irá mañana hacia Dios por este mismo camino que yo voy. Para cada hombre guarda un rayo nuevo de luz el sol... y un camino virgen Dios.
He llegado al final... ¿Quién me ha traído hasta aquí... y por qué me han traído hasta aquí? Yo no quería cantar... Y ahora parece que este era solo mi destino: cantar, rezar, gritar, llorar, blasfemar... Y con una voz de publicano,