He llegado al final... ¿Quién me ha traído hasta aquí... y por qué me han traído hasta aquí? Yo no quería cantar... Y ahora parece que este era solo mi destino: cantar, rezar, gritar, llorar, blasfemar... Y con una voz de publicano, con una voz de energúmeno, con una voz parda, rota, agria, irritante... ¿Y tengo que dejar todo esto escrito aquí?... Lo dejaré como un pecador que escribe sus pecados y se los dice a su hermano avergonzado. Tal vez todo no sea más que un examen de conciencia para hacer una buena confesión. ¡Pero si Dios lo sabe todo! Mas yo debo pensar que Dios no sabe nada. Y alguien hay en el mundo que no sabe que yo fui un pobre hombre que apenas pudo hablar. ¡Ah, si hubiese podido hablar! Si ahora pudiese decir sencillamente... si pudiese empezar otra vez calladamente diciendo: Yo me confieso, Señor... Ten misericordia de mí.
Madre... no me riñas, que ya nunca vuelvo a ser malo... No me riñas, madre... que ya no vuelvo a llenarme de barro. Madre... no me riñas, que ya no vuelvo a manchar mi vestido blanco.
-Pero usted ¿quién es? -Yo soy el payaso principal, el mayordomo de la pista... Y me pongo y me quito este gorro de clown como me da la gana. Tengo muchos gorros ¿sabe usted? De todos los colores: gorros que hacen reír y gorros que hacen llorar,
Yo no soy más que un hombre sin oficio y sin gremio, No soy un constructor de cepos. ¿Soy yo un constructor de cepos? ¿He dicho alguna vez: Clavad esas ventanas, poned vidrios y pinchos en las cercas? Yo he dicho solamente: No tengo podadera, ni tampoco
—Todos andan buscando, Sancho, una paloma por el mundo y nadie la encuentra. —Pero ¿qué paloma es la que buscan? —Es una paloma blanca que lleva en el pico el último rayo amoroso de luz que queda ya sobre la tierra. —Como la golondrina de Tristán.
No he venido a cantar, podéis llevaros la guitarra. No he venido tampoco, ni estoy aquí arreglando mi expediente para que me canonicen cuando muera. He venido a mirarme la cara en las lágrimas que caminan hacia el mar, por el río y por la nube...