He llegado al final...
¿Quién me ha traído hasta aquí...
y por qué me han traído hasta aquí?
Yo no quería cantar...
Y ahora parece que este era solo mi destino:
cantar, rezar, gritar, llorar, blasfemar...
Y con una voz de publicano,
con una voz de energúmeno,
con una voz parda, rota, agria, irritante...
¿Y tengo que dejar todo esto escrito aquí?...
Lo dejaré como un pecador que escribe sus pecados
y se los dice a su hermano avergonzado.
Tal vez todo no sea más que un examen de conciencia
para hacer una buena confesión.
¡Pero si Dios lo sabe todo!
Mas yo debo pensar que Dios no sabe nada.
Y alguien hay en el mundo que no sabe
que yo fui un pobre hombre que apenas pudo hablar.
¡Ah, si hubiese podido hablar!
Si ahora pudiese decir sencillamente...
si pudiese empezar otra vez calladamente diciendo:
Yo me confieso, Señor...
Ten misericordia de mí.