Madre... no me riñas,
que ya nunca vuelvo a ser malo...
No me riñas, madre...
que ya no vuelvo a llenarme de barro.
Madre... no me riñas,
que ya no vuelvo a manchar mi vestido blanco.
Deshaced ese verso,
Quitadle los caireles de la rima,
el metro, la cadencia
y hasta la idea misma...
Aventad las palabras...
y si después queda algo todavía,
eso
será la poesía.
¿Qué
importa
que la estrella
esté remota
y deshecha
la rosa?
Aún tendremos
el brillo y el aroma.