¡Perdón!, de León Felipe | Poema

    Poema en español
    ¡Perdón!

    Soy ya tan viejo, 
    y se ha muerto tanta gente a la que yo he ofendido 
    y ya no puedo encontrarla 
    para pedirle perdón. 

    Ya no puedo hacer otra cosa 
    que arrodillarme ante el primer mendigo 
    y besarle la mano. 
    Yo no he sido bueno... 
    quisiera haber sido mejor. 
    Estoy hecho de un barro 
    que no está bien cocido todavía. 
    ¡Tenía que pedir perdón a tanta gente!... 
    Pero todos se han muerto. 
    ¿A quién le pido perdón ya? 
    ¿A ese mendigo? 
    ¿No hay nadie más en España... 
    en el mundo, 
    a quien yo deba pedirle perdón?... 

    Voy perdiendo la memoria 
    y olvidando las palabras... 
    Ya no recuerdo bien... 
    Voy olvidando... olvidando... olvidando... 
    pero quiero que la última palabra, 
    la última palabra, pegadiza y terca, 
    que recuerde al morir 
    sea esta: PERDÓN. 

    Casi todas estas piedras llegaron en días 
    de angustia, 
    de terror, 
    de desespero y desamparo. 
    Algunas en días de “Gracia”. 
    Ahora las veo serenamente 
    desde la fría altura de mis años, 
    desde mi vejez apaciguada. 
    Todos son juguetes: 
    las heridas, las lágrimas, 
    el veneno del áspid, la baba del tirano, 
    el hacha del verdugo... 
    Una pelota es esa cabeza cercenada. 
    Jugamos al nacimiento y a la muerte, 
    al soplo y a la llama, 
    al que me ves y no me ves... 
    al enciende y apaga la lámpara. 
    Pero a veces pienso que no son todo juguetes y que yo que 
    no he servido para ser 
    ni piedra de una lonja 
    ni piedra de una audiencia 
    ni piedra de un palacio 
    ni piedra de una iglesia... 

    Yo que en este mundo no he servido después de ochenta 
    años para nada... acaso sirva ahora todavía, como David, 
    para lanzar con la honda una de estas piedras, pequeñas y 
    ligeras, de mi zurrón —la más dura, la más pedernal... Tú, 
    piedra aventurera, 
    y dar justo, justo con ella 
    en la frente misma de Goliat.

    • Que venga el poeta. 
      Y me trajisteis aquí para contar las estrellas, 
      para bañarme en el río y para hacer dibujos en la arena. 

      Éste era el contrato. 
      Y ahora me habéis puesto a construir cepos y candados, 
      a cargar un fusil y a escribir en la oficina de un juzgado. 

    • No me contéis más cuentos, 
      que vengo de muy lejos 
      y sé todos los cuentos. 
      No me contéis más cuentos. 
      Contad 
      y recontadme este sueño. 
      Romped, 
      rompedme los espejos. 
      Deshacedme los estanques, 
      los lazos, 
      los anillos, 
      los cercos, 

    • Así es mi vida, 
      piedra, 
      como tú. Como tú, 
      piedra pequeña; 
      como tú, 
      piedra ligera; 
      como tú, 
      canto que ruedas 
      por las calzadas 
      y por las veredas; 
      como tú, 
      guijarro humilde de las carreteras; 
      como tú, 

    • Ahora estoy de regreso, he llegado hace poco, 
      soy nuevo en la ciudad... Y esto quiere decir: 
      Me durmieron con un cuento... 
      y me he despertado con un sueño. 
      Voy a contar mi sueño, narradores de cuentos. 
      Voy a contar mi sueño. 
      Es un sueño sin lazos, 

    • Deshaced ese verso, 
      Quitadle los caireles de la rima, 
      el metro, la cadencia 
      y hasta la idea misma... 
      Aventad las palabras... 
      y si después queda algo todavía, 
      eso 
      será la poesía. 
      ¿Qué 
      importa 
      que la estrella 
      esté remota 

    • Filosófos, 
      para alumbrarnos, nosotros los poetas 
      quemamos hace tiempo 
      el azúcar de las viejas canciones con un poco de ron. 
      Y aún andamos colgados de la sombra. 
      Oíd, 
      gritan desde la torre sin vanos de la frente: 
      ¿Quién soy yo? 

    • Yo no sé muchas cosas, es verdad. 
      Digo tan sólo lo que he visto. 
      Y he visto: 
      que la cuna del hombre la mecen con cuentos, 
      que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, 
      que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,