No me contéis más cuentos, que vengo de muy lejos y sé todos los cuentos. No me contéis más cuentos. Contad y recontadme este sueño. Romped, rompedme los espejos. Deshacedme los estanques, los lazos, los anillos, los cercos, las redes, las trampas y todos los caminos paralelos. Que no quiero, que no quiero, que no quiero, que no quiero que me arrullen con cuentos, Que no quiero, Que no quiero, Que no quiero, Que no quiero que me sellen la boca y los ojos con cuentos, que no quiero, que no quiero, que no quiero, que no quiero que me entierren con cuentos, que no quiero, que no quiero, que no quiero, que no quiero verme clavado en el tiempo, que no quiero verme en el agua, que no quiero verme en la tierra tampoco, que no quiero, a su ovillo, como un hilo de barba sujeto. Quiero verme en el viento, quiero verme en el viento, quiero verme en el viento, quiero verme en el viento... quiero... ¡quiero!... sueño... ¡sueño! Soy gusano que sueña... y sueño verme un día volando en el viento.
Filosófos, para alumbrarnos, nosotros los poetas quemamos hace tiempo el azúcar de las viejas canciones con un poco de ron. Y aún andamos colgados de la sombra. Oíd, gritan desde la torre sin vanos de la frente: ¿Quién soy yo?
Ahora estoy de regreso, he llegado hace poco, soy nuevo en la ciudad... Y esto quiere decir: Me durmieron con un cuento... y me he despertado con un sueño. Voy a contar mi sueño, narradores de cuentos. Voy a contar mi sueño. Es un sueño sin lazos,
Ahora camino de noche porque las noches son claras... Y esta noche no hubo luna, no hubo luna amiga y blanca... y había pocas estrellas, pocas estrellas y pálidas...
Y era todo triste sin la luna amiga... y era todo negro sin la luna blanca.
Deshaced ese verso. Quitadle los caireles de la rima, el metro, la cadencia y hasta la idea misma. Aventad las palabras, y si después queda algo todavía, eso será la poesía.
Ser en la vida romero, romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos. Ser en la vida romero, sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo. Ser en la vida romero, romero..., sólo romero. Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
Oí tocar a los grandes violinistas del mundo, a los grandes 'virtuosos'. Y me quedé maravillado. ¡Si yo tocase así!... ¡Como un 'Virtuoso'! Pero yo no tenía escuela ni disciplina ni método... Y sin estas tres virtudes