Tengo un idiota dentro de mí, que llora, que llora y que no sabe, y mira sólo la luz, la luz que no sabe. Tengo al niño, al niño bobo, como parado en Dios, en un dios que no sabe sino amar y llorar, llorar por las noches por los niños, por los niños de falo dulce, y suave de tocar, como la noche. Tengo a un idiota de pie sobre una plaza mirando y dejándose mirar, dejándose violar por el alud de las miradas de otros, y llorando, llorando frágilmente por la luz. Tengo a un niño solo entre muchos, as a beaten dog beneath the hail, bajo la lluvia, bajo el terror de la lluvia que llora, y llora, hoy por todos, mientras el sol se oculta para dejar matar, y viene a la noche de todos el niño asesino a llorar de no se sabe por qué, de no saber hacerlo de no saber sino tan sólo ahora por qué y cómo matar, bajo la lluvia entera, con el rostro perdido y el cabello demente hambrientos, llenos de sed, de ganas de aire, de soplar globos como antes era, fue la vida un día antes de que allí en la alcoba de los padres perdiéramos la luz.
Dos atletas saltan de un lado a otro de mi alma lanzando gritos y bromeando acerca de la vida: y no sé sus nombres. Y en mi alma vacía escucho siempre cómo se balancean los trapecios. Dos atletas saltan de un lado a otro de mi alma
Yo François Villon, a los cincuenta y un años gordo y corpulento, de labios color ceniza y mejillas que el vino amoratara, a una cuerda ahorcado lo sé todo acerca del pecado. Yo, François Villon, a una cuerda pendido