La casa como barco en alta mar de junio. Las calles como trenes de noche sosegada. Estas cosas no pasan en el mundo. Estoy por afirmar que ahora vivo en un libro de poemas. Pero si tú me miras, decidida a existir desde el fondo templado de tus ojos, también existe el mundo. Y muy probablemente yo acabaré por existir contigo.
Quizá tú no me viste, quizá nadie me viese tan perdido, tan frío en esta esquina. Pero el viento pensó que yo era piedra y quiso con mi cuerpo deshacerse.
Si pudiera encontrarte, quizá, si te encontrase, yo sabría explicarme contigo.
Ella me besa, marca la sonrisa y viaja por los labios al pasado con el adorno de sus sentimientos, lujosa y encendida como un árbol de navidad, paloma de amistades difíciles que abriga con recuerdos lo que duele por demasiado frío en el presente.
Como la luz de un sueño, que no raya en el mundo pero existe, así he vivido yo iluminado esa parte de ti que no conoces, la vida que has llevado junto a mis pensamientos...