La casa como barco en alta mar de junio. Las calles como trenes de noche sosegada. Estas cosas no pasan en el mundo. Estoy por afirmar que ahora vivo en un libro de poemas. Pero si tú me miras, decidida a existir desde el fondo templado de tus ojos, también existe el mundo. Y muy probablemente yo acabaré por existir contigo.
Esta ciudad me mira con tus ojos, parpadea, porque ahora después de tanto tiempo veo otra vez el piano que sale de la casa y me llega de forma diferente,
Aquel temblor del muslo y el diminuto encaje rozado por la yema de los dedos, son el mejor recuerdo de unos días conocidos sin prisa, sin hacerse notar, igual que amigos tímidos.
Nunca he tenido dioses y tampoco sentí la despiadada voluntad de los héroes. Durante mucho tiempo estuvo libre la silla de mi juez y no esperé juicio en el que rendir cuentas de mis días.