Yo sé que el tierno amor escoge sus ciudades y cada pasión toma un domicilio, un modo diferente de andar por los pasillos o de apagar las luces.
Y sé que hay un portal dormido en cada labio, un ascensor sin números, una escalera llena de pequeños paréntesis.
Sé que cada ilusión tiene formas distintas de inventar corazones o pronunciar los nombres al coger el teléfono. Sé que cada esperanza busca siempre un camino para tapar su sombra desnuda con las sábanas cuando va a despertarse.
Y sé que hay una fecha, un día, detrás de cada calle, un rencor deseable, un arrepentimiento, a medias, en el cuerpo.
Yo sé que el amor tiene letras diferentes para escribir: me voy, para decir: regreso de improviso. Cada tiempo de dudas necesita un paisaje.
Esta ciudad me mira con tus ojos, parpadea, porque ahora después de tanto tiempo veo otra vez el piano que sale de la casa y me llega de forma diferente,
Aquel temblor del muslo y el diminuto encaje rozado por la yema de los dedos, son el mejor recuerdo de unos días conocidos sin prisa, sin hacerse notar, igual que amigos tímidos.
Nunca he tenido dioses y tampoco sentí la despiadada voluntad de los héroes. Durante mucho tiempo estuvo libre la silla de mi juez y no esperé juicio en el que rendir cuentas de mis días.