Dudante o el jardín amurallado, de Manuel Lozano Gombault | Poema

    Poema en español
    Dudante o el jardín amurallado

    Omnis qui se dubitatem intelligit, verum intelligit, et de hac re quam intelligit certus est.  
    Agustín, De vera religione, 39,73 

     
    Ensañada entre las cuerdas del abismo, 
    su boca absorbe lo que dejas. 
    Dice que han de incendiarse estos trigales 
    como antiguamente 
    la más turbia arena del fin. 
    ¿Por qué la cara y el robo 
    de esa memoria entre los tréboles? 
    La verdad, lujuriosa madrastra, inventa 
    un desierto oscilante para escalar 
    la indecible vejez de la criatura. 
    Padre, lámeme las heridas. 
    Perro, lámeme las heridas. 
    Madre, lámeme las heridas. 
    Ya las manos son agua de sangre 
    de la noche de quien golpea harapos. 
    ¿Y los ríos donde perder 
    el amarre de tus cercos de sombra 
    hacia el festejo de las pesadillas? 
    Dijiste que despertar era increíble, 
    entre jirones y metamorfosis. 
    Así extraviaste las piedras, los ríos de mármol 
    como cruces en el cuerpo de tus muertos. 
    Hubieras reclinado tu abandono 
    a los dientes del pájaro. 
    Era fácil caer, aun sin pronunciar tragedia. 
    Pálido doblez de un salto 
    que se anuncia en la noche 
    y sale por la alcantarilla. 
    Reparte sus juguetes en el funeral 
    de los amordazados al latido. 
    Invoca temblor y abre el muelle 
    del filoso en la ausencia. 
    Aplaudirían los siervos 
    la voz de aquel desconocido que se borra. 
    ¿A lo lejos los desesperados, 
    los que sobrevienen en ataúdes concéntricos? 
    Son incompletos los trozos, 
    las bocas, el plañido, tus trofeos. 
    ¡Qué testigos espían desde puertas lejanas, 
    esos astrólogos de ojos vaciados, 
    esparcidos entre el futuro de mis crías! 
    Me leían en el rayo. 
    Ellos bailaban. 
    ¡Cuánto fin y comienzo 
    del hambre hasta la saciedad del baldío! 
    Risas como el suicidio de una marioneta. 
    Padre, perro, madre, 
    escalofrío de tu especie, sólo adentro, 
    ¿por qué subes a la caliente mansión 
    con la leche perdida de una loba? 
    Apenas ardió 
    leíste en su rostro: 
    'Crucificado en la palabra. '