La toná de la fragua, de Manuel Machado | Poema

    Poema en español
    La toná de la fragua

    (Seguiriyas gitanas) 

    Mi pena es mu mala, 
    porque es una pena que yo no quisiera 
    que se me quitara. 

    Vino como vienen, 
    sin saber de dónde, 
    el agua a los mares, las flores a mayo, 
    los vientos al bosque. 

    Vino, y se ha quedado 
    en mi corazón, 
    como el amargo en la corteza verde 
    del verde limón. 

    Como las raíces 
    de la enredadera, 
    se va alimentando la pena en mi pecho 
    con sangre e mis venas. 

    Yo no sé por dónde, 
    ni por dónde no, 
    se me ha liao esta soguita al cuerpo 
    sin saberlo yo. 

    Pensamiento mío, 
    ¿adónde te vas? 
    No vayas a casa de quien tú solías, 
    que no pués entrar. 

    A pasar fatigas 
    estoy ya tan hecho 
    que las alegrías se me vuelven penas 
    dentro de mi pecho. 

    Mare de mi alma, 
    la vía yo diera 
    por pasar esta noche de luna 
    con mi compañera. 

    A la vera tuya 
    no puedo volver... 
    ¡Cómo por unas palabritas locas 
    se pierde un querer! 

    Yo voy como un ciego 
    por esos caminos. 
    Siempre pensando en la penita negra 
    que llevo conmigo. 

    Ya se han acabado 
    los tiempos alegres. 
    Las florecitas que hay en tu ventana 
    para mí no huelen. 

    Desde que te fuiste, 
    serrana, y no vuelves, 
    no sé qué dolores son estos que tengo, 
    ni dónde me duelen. 

    Esta cadenita, 
    mare, que yo llevo, 
    con los añitos que pasan, que pasan, 
    va criando hierro. 

    Los bienes son males, 
    los males son bienes... 
    Las mis alegrías, ¡cómo se me han vuelto 
    fatigas de muerte! 

    Toíta la tierra 
    la andaré cien veces, 
    y volveré a andarla pasito a pasito, 
    hasta que la encuentre. 

    Se quebró el jarrito 
    pintao del querer. 
    ¡Cómo plateros ni artistas joyeros 
    lo puen componer! 

    La prueba del frío, 
    la prueba del fuego... 
    ¡Cómo ha salido mi corasonsiyo 
    del mejor acero! 

    Yo corté una rosa 
    llenita de espinas... 
    Como las rosas espinitas tienen, 
    son las más bonitas. 

    El cristal se rompe 
    del calor al frío, 
    como se ha roto de alegría y pena 
    mi corasonsiyo. 

    Yo sentí el crujío 
    del cristalito fino que se rompe 
    del calor al frío. 

    Maresita'r Carmen, 
    guiarme los pasos, 
    pa que me aparte de la mala senda 
    que vengo pisando. 

    Las que se publican 
    no son grandes penas. 
    Las que se callan y se llevan dentro 
    son las verdaderas. 

    Rosita y mosquetas, 
    claveles y nardos, 
    en sus andares la mi compañera 
    los va derramando. 

    Negra está la noche, 
    sin luna ni estrellas... 
    A mí me alumbraban los ojitos garzos 
    de mi compañera. 

    La persona tuya 
    es lo que yo quiero. 
    Tenerte en mis brazos, mirarme en tus ojos 
    y comerte a besos. 

    En los caracoles, 
    mare, de tu pelo, 
    se me ha enredado el alma, y la vida, 
    y el entendimiento. 

    Horas de alegría 
    son las que se van... 
    Que las de pena se quedan y duran 
    una eternidad. 

    Cuéntame tus penas, 
    te diré las mías... 
    Verás cómo al rato de que estemos juntos 
    todas se te olvidan. 

    Estando contigo, 
    que vengan fatigas... 
    Puñalaítas me dieran de muerte, 
    no las sentiría. 

    La quiero, la quiero, 
    ¿qué le voy a hacer?... 
    Para apartarla de mi pensamiento 
    no tengo poder. 

    ¡Vaya un amaguito 
    tan dulce que tienen 
    los ojos azules que tanto me gustan..., 
    que tanto me ofenden! 

    Sin verte de día, 
    serrana, no vivo... 
    Y luego, a la noche, me quitas el sueño, 
    o sueño contigo. 

    Compañera mía, 
    tan grande es mi pena 
    que el sol, cuando sale, con tanta alegría 
    no me la consuela. 

    ¡Mírame, gitana, 
    mírame, por Dios! 
    Con la limosna de tus ojos negros 
    me alimento yo.

    • En tu boca roja y fresca 
      beso, y mi sed no se apaga, 
      que en cada beso quisiera 
      beber entera tu alma. 

      Me he enamorado de ti 
      y es enfermedad tan mala, 
      que ni la muerte la cura, 
      ¡bien lo saben los que aman! 

    • No tienes quien te bese 
      tus labios de grana, 
      Ni quien tu cintura elástica estreche, 
      dice tu mirada. 

      No tienes quien hunda 
      Las manos amantes 
      en tu pelo hermoso, y a tus ojos negros 
      no se asoma nadie. 

    • A Rubén Darío 
       
      La hora cárdena... La tarde 
      los velos se va quitando... 
      El velo de oro..., el de plata. 
      La hora cárdena... 
      «Aún es temprano». 

      «Nada veo sino el polvo 
      del camino...» 
      «Aún es temprano». 

    • Yo, poeta decadente, 
      español del siglo veinte, 
      que los toros he elogiado, 
      y cantado 
      las golfas y el aguardiente..., 
      y la noche de Madrid, 
      y los rincones impuros, 
      y los vicios más oscuros 
      de estos bisnietos del Cid: 
      de tanta canallería 

    • Largas tardes campestres; 
      alamedas rosadas; 
      aire delgado que el aroma apenas 
      sostiene de la acacia; 
      huerto, pinar... Llanuras de oro viejo, 
      azul de la montaña... 
      Esquilas del arambre 
      y balido, sin fin, de la majada, 
      en el silencio claro...