Cesárea, de Marguerite Duras | Poema

    Poema en español
    Cesárea

    Cesárea 
    Cesárea 
    el lugar se llama así 
    Cesárea 
    Cesárea 

    Sólo queda la memoria de la historia 
    y esa única palabra para nombrarla 
    Cesárea 
    la totalidad. 
    Nada más que el lugar 
    y la palabra. 

    El suelo. 
    Es blanco. 
    Del polvo del mármol 
    mezclado con la arena del mar. 

    Dolor. 
    Lo intolerable. 
    El dolor de su separación. 

    Cesárea. 
    El lugar todavía se llama. 
    Cesárea 
    Cesárea. 

    El lugar es llano 
    frente al mar 
    el mar está al final de su carrera 
    golpea las ruinas 
    siempre fuerte 
    allí, ahora, ya frente al otro continente. 
    Azul de las columnas de mármol azul tiradas delante 
    del puerto. 

    Todo destruido. 
    Todo ha sido destruido. 

    Cesárea 
    Cesárea. 
    Capturada. 
    Raptada. 
    Llevada al exilio sobre el navío romano, 
    la reina de los judíos, 
    la mujer reina de Samaria. 
    Por él. 

    Él. El criminal 
    el que había destruido el templo de Jerusalén. 

    Y luego repudiada. 

    El lugar se llama todavía 
    Cesárea 
    Cesárea. 

    El borde del mar 
    el mar que golpea contra los desiertos 

    Sólo queda la historia 
    el todo. 
    Nada más que el pedregullo de mármol bajo los pasos 
    ese polvo. 
    Y el azul de las columnas sumergidas. 

    El mar ha vencido a la tierra de Cesárea. 
    Las calles de Cesárea eran angostas, oscuras. 
    Su frescura daba al sol de las plazas 
    a la llegada de los barcos 
    y al polvo de los rebaños. 
    En ese polvo 
    aún se ve, aún se lee el pensamiento 
    de la gente de Cesárea 
    el trazado de las calles de los pueblos de Cesárea. 

    Ella, la reina de los judíos. 
    De vuelta allí. 
    Repudiada. 
    Echada 
    por razón de Estado 
    repudiada por razón de Estado 
    regresa a Cesárea. 
    El viaje sobre el mar en el navío romano. 
    Fulminada por el intolerable dolor de haberlo 
    dejado, al criminal del templo. 

    En el fondo del barco descansa entre las cintas 
    blancas del duelo. 
    La noticia del dolor estalla y se expande por el mundo. 
    La noticia recorre los mares, se expande por el mundo. 

    El lugar se llama Cesárea. 

    Cesárea. 

    Al norte, el lago Tiberíades, las grandes aglomeraciones de San Juan de Acre. 
    Entre el lago y el mar, Judea, Galilea. 
    Alrededor, campos de bananeros, de maíz, de naranjos 
    el trigo de Galilea. 
    Al sur, Jerusalén, hacia el Oriente, Asia, los desiertos. 



    ella era muy joven, dieciocho años, dos mil años. 
    Él se la llevó. 
    Repudiada por razón de Estado 
    el Senado habló del peligro de un amor así. 

    Arrancada de él 
    del deseo por él. 
    Muere. 

    A la mañana, frente a la ciudad, el navío de Roma. 
    Muda, blanca como la tiza, aparece. 
    Sin ninguna vergüenza. 

    En el cielo de pronto el estallido de cenizas 
    sobre unas ciudades llamadas Pompeya, Herculano 

    Muerta. 
    Hace destruir todo 
    y muere. 

    El lugar se llama Cesárea 
    Cesárea 
    ya no hay nada que ver. Sino el todo. 

    En París hay un mal verano. 
    Frío. Con bruma.

    Marguerite Duras nació en la Indochina francesa en 1914 y murió en París en 1996. En 1932 se trasladó a París, donde estudió derecho, matemáticas y ciencias políticas. En 1943 publicó su primera obra, La impudicia, a la que seguirían más de veinte novelas, guiones cinematográficos y textos dramáticos. Entre ellos, Moderato cantabile, El vicecónsul, El arrebato de Lol V. Stein, Los ojos azules pelo negro, Emily L., Los caballitos de Tarquinia, El amor, Destruir, dice, El amante de la China del Norte y Un dique contra el Pacífico. Tras una profunda crisis, marcada por el alcoholismo, escribió tres obras maestras: El hombre sentado en el pasillo, El mal de la muerte y El amante, célebre novela que inspiró una película homónima de Jean-Jacques Annaud. 

    • Se llaman manos negativas a las pinturas de manos halladas en las cuevas magdalenianas de la Europa Sud-Atlántica. El contorno de esas manos_apoyadas bien abiertas sobre la piedra_ estaba untado de color. Más frecuentemente azul, negro. A veces rojo.

    • Cesárea 
      Cesárea 
      el lugar se llama así 
      Cesárea 
      Cesárea 

      Sólo queda la memoria de la historia 
      y esa única palabra para nombrarla 
      Cesárea 
      la totalidad. 
      Nada más que el lugar 
      y la palabra.