Yo no sé dónde está, pero su luz me llama, ¡oh misteriosa estrella de un inmutable sino!... Me nombra con el eco de un silencio divino y el luminar oculto de una invisible llama. Si alguna vez acaso me aparto del camino, con una fuerza ignota de nuevo me reclama: gloria, quimera, fénix, fantástico oriflama o un imposible amor extraño y peregrino...
Y sigo eternamente por la desierta vía tras la fatal estrella cuya atracción me guía, mas nunca, nunca, nunca a revelarse llega! Pero su luz me llama, su silencio me nombra, mientras mis torpes brazos rastrean en la sombra con la desolación de una esperanza ciega...