Yo no sé dónde está, pero su luz me llama, ¡oh misteriosa estrella de un inmutable sino!... Me nombra con el eco de un silencio divino y el luminar oculto de una invisible llama. Si alguna vez acaso me aparto del camino, con una fuerza ignota de nuevo me reclama: gloria, quimera, fénix, fantástico oriflama o un imposible amor extraño y peregrino...
Y sigo eternamente por la desierta vía tras la fatal estrella cuya atracción me guía, mas nunca, nunca, nunca a revelarse llega! Pero su luz me llama, su silencio me nombra, mientras mis torpes brazos rastrean en la sombra con la desolación de una esperanza ciega...
Yo no sé dónde está, pero su luz me llama, ¡oh misteriosa estrella de un inmutable sino!... Me nombra con el eco de un silencio divino y el luminar oculto de una invisible llama. Si alguna vez acaso me aparto del camino,
Viento suave del crepúsculo, viento de las leves alas, azulmente silenciosas y azulmente solitarias, anónimo pasajero fugaz en todas las patrias, en las misteriosas selvas y en las grutas oceánicas, viento suave del crepúsculo,
Mí esperanza, yo sé que tú estás muerta. No tienes de los vivos más que la instable fluctuación perpetua; no sé si un tiempo vigorosa fuiste, ahora, estás muerta. Te han roído quién sabe qué larvas metafísicas que hicieron