Ojitos de pena carita de luna, lloraba la niña sin causa ninguna.
La madre cantaba, meciendo la cuna: «No llore sin pena, carita de luna».
Ojitos de pena, carita de luna, ya niña lloraba amor sin fortuna.
«¡Qué llanto de niña, sin causa ninguna!», pensaba la madre, como ante la cuna: «¡Qué sabe de pena, carita de luna!»
Ojitos de pena, carita de luna, ya es madre la niña que amó sin fortuna; y al hijo consuela meciendo la cuna:
«No llore, mi niño, sin causa ninguna; ¿no ve que me apena, carita de luna?»
Ojitos de pena, carita de luna, abuela es la niña que lloró en la cuna. Muriéndose, llora su muerte importuna. «¿Por qué llora, abuela, sin causa ninguna?»
Llorando las propias, ¿Quién vio las ajenas? Mas todas son penas, carita de luna.
¡Oh perenne armonía de las olas, rugientes con las inagotables fiebres del infinito, preñados de lo eterno, vuestros flancos hirvientes con su ser justifican la belleza del mito que los ojos helenos glorificaban antes,