Vamos a hablar claro. Otra vez. Aunque no quede bonito. Aunque no nos vayan a coger para un telediario (o mejor dicho, gracias a eso). Vamos a decir lo que vemos. O mejor, lo que no vemos por ningún sitio. Vemos un puñado de peces esparcidos por el suelo, apestando a vergüenza ajena, y un atún enorme de vez en cuando para las pupilas de los incrédulos. Pero no veo la caña de pescar ni la red por ningún sitio. Vemos sacos de trigo apilados por la tele, con estampados de siglas y escudos. Parece que creen que la gente come letras y se cubre con telas de bandera. Veo pan para hoy, y hambre para el resto del siglo. Pero no veo el tractor ni el silo por ningún sitio. Veo expertos, blanquitos inmaculados con sus trajes de Armani recién sacados de los infiernos. Consejos de papaíto para los hijos descarriados. Veo inspectores internacionales y marionetas de teatro. Pero no veo escuelas y universidades decentes... por ningún sitio. Veo informes de ayuda al desarrollo, enormes cifras que para sueldos de político no son más que limosnas que se da por caridad al pordiosero. Veo, como en el cerdódromo, carreras de donativos para ver quién se gana la parcela más grande en el cielo. Pero no veo que se reparta la tarta de la que se habla en todos sitios. Veo, que las cucharas están siempre en las manos de los mismos, y a los demás se les manda una foto por carta y un restaurante amarillo con un payaso en la fachada. Veo este poema quemado por la inquisición de los nuevos siglos.
Vamos a hablar claro. Otra vez. Aunque no quede bonito. Aunque no nos vayan a coger para un telediario (o mejor dicho, gracias a eso). Vamos a decir lo que vemos. O mejor, lo que no vemos por ningún sitio. Vemos un puñado de peces esparcidos por el suelo,