Hay en la cárcel un mozo que sufre larga condena... Negra, cual su calabozo, conlleva en una pena.
Dicen que en las noches largas, asido a las fuertes rejas, con notas recias y amargas canta coplas que son quejas. ¡Por ti, moza, sufro y peno en esta prisión sombría...! ¡Por ti he dejao de ser güeno...!
¡Y de nuevo dejaría! Yo te amaba con pasión y el alma mía te di... ¿Por qué me hiciste traición? ¿Por qué te burlas de mí?
A uno que miró tus ojos le hice pasar un mal rato... Con caenas y cerrojos castigan mi asesinato...
Por ti me trajeron preso. Tú, cruel olvidadora, ni aún el consuelo de un beso le das al que por ti llora...
Mientras que yo con caenas aquí me veo prendío, mientras devoro mis penas, otro ocupa el sitio mío...
Por ti, moza, lloro y peno en esta prisión sombría... ¡Por ti dejé de ser güeno! ¡Ay de ti si salgo un día...!
Dicen que luego, sombrío, de los hierros se separa, cayendo en el suelo frío llena de llanto su cara...
Y que, cuando el sol clemente penetra aquel calabozo regándolo en luz ardiente... aún llora febril el mozo.
Riéndose, burlándose con claridad del día, se hundió en la noche el niño que quise ser dos veces. No quise más la luz. ¿Para qué? No saldría más de aquellos silencios y aquellas lobregueces.
Tened presente el hambre: recordad su pasado turbio de capataces que pagaban en plomo. Aquel jornal al precio de la sangre cobrado, con yugos en el alma, con golpes en el lomo.
Alto soy de mirar a las palmeras, rudo de convivir con las montañas... Yo me vi bajo y blando en las aceras de una ciudad espléndida de arañas. Difíciles barrancos de escaleras, calladas cataratas de ascensores, ¡qué impresión de vacío!,