Si han muerto entre centellas fementidas inmolados por cráteres de acero, ahogados por un río de caballos, aplastados por saurios maquinales, degollados por láminas de forja, triturados por hélices conscientes, quemados por un fuego dirigido, ¿enterrar y callar?
Si han caído de espaldas en el fango con un hoyo violeta en la garganta, si buitres de madera y aluminio desde el más alto azul les dieron muerte, si el aire que bebieron sus pulmones fue un resuello de nube ponzoñosa, si así murieron sin haber vivido, ¿enterrar y callar?
Si las voces de mando los mandaron deliberadamente hacia el abismo, si humedeció sus áridos cadáveres el llanto encubridor de los hisopos, si su sangre de jóvenes, su sangre fue tan sólo guarismo de un contrato, si las brujas cabalgan en sus huesos, ¿enterrar y callar?
Si han muerto entre centellas fementidas inmolados por cráteres de acero, ahogados por un río de caballos, aplastados por saurios maquinales, degollados por láminas de forja, triturados por hélices conscientes, quemados por un fuego dirigido,
Cuando de mí no quede sino un árbol, cuando mis huesos se hayan esparcido bajo la tierra madre; cuando de ti no quede sino una rosa blanca que se nutrió de aquello que tú fuiste y haya zarpado ya con mil brisas distintas