Siembra, de Miguel Otero Silva | Poema

    Poema en español
    Siembra

    Cuando de mí no quede sino un árbol, 
    cuando mis huesos se hayan esparcido 
    bajo la tierra madre; 
    cuando de ti no quede sino una rosa blanca 
    que se nutrió de aquello que tú fuiste 
    y haya zarpado ya con mil brisas distintas 
    el aliento del beso que hoy bebemos; 
    cuando ya nuestros nombres 
    sean sonidos sin eco 
    dormidos en la sombra de un olvido insondable; 
    tú seguirás viviendo en la belleza de la rosa, 
    como yo en el follaje del árbol 
    y nuestro amor en el murmullo de la risa. 
    ¡Escúchame! 
    Yo aspiro a que vivamos 
    en las vibrantes voces de la mañana. 
    Yo quiero perdurar junto contigo 
    en la savia profunda de la humanidad: 
    en la risa del niño, 
    en la paz de los hombres, 
    en el amor sin lágrimas. 
    Por eso, 
    como habremos de darnos a la rosa y al árbol, 
    a la tierra y al viento, 
    te pido que nos demos al futuro del mundo... 

    • Si han muerto entre centellas fementidas 
      inmolados por cráteres de acero, 
      ahogados por un río de caballos, 
      aplastados por saurios maquinales, 
      degollados por láminas de forja, 
      triturados por hélices conscientes, 
      quemados por un fuego dirigido, 

    • Cuando de mí no quede sino un árbol, 
      cuando mis huesos se hayan esparcido 
      bajo la tierra madre; 
      cuando de ti no quede sino una rosa blanca 
      que se nutrió de aquello que tú fuiste 
      y haya zarpado ya con mil brisas distintas