Todo puede venir por los caminos que apenas sospechamos. Todo puede venir de dentro, sin palabras o desde fuera, ardiendo y romperse en nosotros, inesperadamente, o crecer, como crecen ciertas dichas, sin que nadie lo escuche. Y todo puede un día abrirse en nuestras manos con risueña sorpresa o con sorpresa amarga, desarmada, desnuda, con lo triste de quien se ve de pronto cara a cara a un espejo y no se reconoce y se mira los ojos y los dedos y busca su risa inútilmente. Y es así. Todo puede llegar de la manera más increíblemente avizorada, más raramente lejos y no llegar llegando y no marcharse cuando ha quedado atrás y se ha perdido. Y hay, para ese encuentro que guardar amapolas, un poco de piel dulce, de durazno o de niño, limpia para el saludo.
Tú no entiendes, amigo, tú no entiendes. Deja que te lo explique, no en palabras -que con palabras no se entiende a nadie- sino a mi modo oscuro, que es el claro. Así oscura y claramente lo siento yo: A mí no me perturba la Rosa de los Vientos.
Todo puede venir por los caminos que apenas sospechamos. Todo puede venir de dentro, sin palabras o desde fuera, ardiendo y romperse en nosotros, inesperadamente, o crecer, como crecen ciertas dichas, sin que nadie lo escuche.