Mar por la tarde, de Octavio Paz | Poema

    Poema en español
    Mar por la tarde

    A Juan José Arreola 
     
    Altos muros del agua, torres altas, 
    aguas de pronto negras contra nada, 
    impenetrables, verdes, grises aguas, 
    aguas de pronto blancas, deslumbradas. 

    Aguas como el principio de las aguas, 
    como el principio mismo antes del agua, 
    las aguas inundadas por el agua, 

    aniquilando lo que finge el agua. 
    El resonante tigre de las aguas, 
    las uñas resonantes de cien tigres, 
    las cien manos del agua, los cien tigres 
    con una sola mano contra nada. 

    Desnudo mar, sediento mar de mares, 
    hondo de estrellas si de espumas alto, 
    prófugo blanco de prisión marina 
    que en estelares límites revienta, 

    ¿qué memorias, deseos prisioneros, 
    encienden en tu piel sus verdes llamas? 
    En ti te precipitas, te levantas 
    contra ti y de ti mismo nunca escapas. 
    Tiempo que se congela o se despeña, 
    tiempo que es mar y mar que es lunar témpano, 
    madre furiosa, inmensa res hendida 
    y tiempo que se come las entrañas.

    Octavio Paz (1914-1998), poeta, ensayista, traductor, dramaturgo y cuentista mexicano, fue diplomático y profesor en universidades europeas y norteamericanas. En 1963 fue distinguido con el Gran Premio Internacional de Poesía, y después con el Premio Cervantes 1981 y el Premio Nobel de Literatura 1990. Desde 1977, hasta su muerte, dirigió la revista Vuelta (Premio Príncipe de Asturias 1992). Publicó, entre otros numerosos libros, los de poesía Libertad bajo palabra, Salamandra, Ladera este, Árbol adentro, así como los ensayos El laberinto de la soledad, El arco y la lira, Puertas al campo, Corriente alterna, Cuadrivio, Los hijos del limo o El ogro filantrópico, y el monumental estudio Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, por citar algunos. 

    • Dales la vuelta, 
      cógelas del rabo (chillen, putas), 
      azótalas, 
      dales azúcar en la boca a las rejegas, 
      ínflalas, globos, pínchalas, 
      sórbeles sangre y tuétanos, 
      sécalas, 
      cápalas, 
      písalas, gallo galante, 
      tuérceles el gaznate, cocinero, 

    • A pesar de mi torpor, de mis ojos hinchados, de mi aire de recién salido de la cueva, no me detengo nunca. Tengo prisa. Siempre he tenido prisa. Día y noche zumba en mi cráneo la abeja. Salto de la mañana a la noche, del sueño al despertar, del tumulto a la soledad, del alba al crepúsculo.

    • Cierra los ojos y a oscuras piérdete 
      bajo el follaje rojo de tus párpados. 
      Húndete en esas espirales 
      del sonido que zumba y cae 
      y suena allí, remoto, 
      hacia el sitio del tímpano, 
      como una catarata ensordecida. 

    • Infrecuentes (pero también inmerecidas) 
      instantáneas (pero es verdad que el tiempo no se mide 
      hay instantes que estallan y son astros 
      otros son un río detenido y unos árboles fijos 
      otros son ese mismo río arrasando los mismos árboles) 
      infrecuentes 

    • Un cuerpo, un cuerpo solo, un solo cuerpo 
      un cuerpo como día derramado 
      y noche devorada; 
      la luz de unos cabellos 
      que no apaciguan nunca 
      la sombra de mi tacto; 
      una garganta, un vientre que amanece 
      como el mar que se enciende 

    • La treiziéme revient... c'est encor lapremiére; 
      et c 'est toujours la seule -ouc 'est le seul momeni; 
      car es-tu reine, ó toi, la premiére ou demiére? 
      es-tu roí, toi le seul ou le demier amant? 
      Gérard de Nerval, «Arthémis» 

       

    banner cuadrado de Audible
    banner horizontal de Audible