Semillas para un himno, de Octavio Paz | Poema

    Poema en español
    Semillas para un himno

    Infrecuentes (pero también inmerecidas) 
    instantáneas (pero es verdad que el tiempo no se mide 
    hay instantes que estallan y son astros 
    otros son un río detenido y unos árboles fijos 
    otros son ese mismo río arrasando los mismos árboles) 
    infrecuentes 
    instantáneas noticias favorables 
    dos o tres nubes de cristal de roca 
    horas altas como la marea 
    estrépito de plumas blancas en el cielo nocturno 
    islas en llamas en mitad del Pacífico 
    mundos de imágenes suspendidos de un hilo de araña 
    y entre todos la muchacha que avanza partiendo en dos las altas aguas 
    como el sol la muchacha que se abre paso como la llama que avanza 
    como el viento partiendo en dos la cortina de nubes 
    bello velero femenino 
    bello relámpago partiendo en dos al tiempo 
    tus hombros tienen la marca de los dientes del amor 
    la noche polar arde 
    infrecuentes 
    instantáneas noticias del mundo 
    (cuando el mundo entreabre sus puertas y el ángel cabecea a la entrada del jardín) 
    nunca merecidas 
    (todo se nos da por añadidura 
    en una tierra condenada a repetirse sin tregua 
    todos somos indignos 
    hasta los muertos enrojecen 
    hasta los ciegos deletrean la escritura del látigo 
    racimos de mendigos cuelgan de las ciudades 
    casas de ira torres de frente obtusa) 
    infrecuentes 
    instantáneas 
    no llegan siempre en forma de palabras 
    brota una espiga de unos labios 
    una forma veloz abre las alas 
    imprevistas 
    instantáneas 
    como en la infancia cuando decíamos «ahí viene un barco cargado de...» 
    y brotaba instantánea imprevista la palabra convocada 
    pez 
    álamo 
    colibrí 
    y así ahora de mi frente zarpa un barco cargado de iniciales 
    ávidas de encarnar en imágenes 
    instantáneas 
    imprevistas cifras del mundo 
    la luz se abre en las diáfanas terrazas del mediodía 
    se interna en el bosque como una sonámbula 
    penetra en el cuerpo dormido del agua 

    por un instante están los nombres habitados.

    Octavio Paz (1914-1998), poeta, ensayista, traductor, dramaturgo y cuentista mexicano, fue diplomático y profesor en universidades europeas y norteamericanas. En 1963 fue distinguido con el Gran Premio Internacional de Poesía, y después con el Premio Cervantes 1981 y el Premio Nobel de Literatura 1990. Desde 1977, hasta su muerte, dirigió la revista Vuelta (Premio Príncipe de Asturias 1992). Publicó, entre otros numerosos libros, los de poesía Libertad bajo palabra, Salamandra, Ladera este, Árbol adentro, así como los ensayos El laberinto de la soledad, El arco y la lira, Puertas al campo, Corriente alterna, Cuadrivio, Los hijos del limo o El ogro filantrópico, y el monumental estudio Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, por citar algunos. 

    • En llamas, en otoños incendiados, 
      arde a veces mi corazón, 
      puro y solo. El viento lo despierta, 
      toca su centro y lo suspende 
      en luz que sonríe para nadie: 
      ¡cuánta belleza suelta! 

    • Los labios y las manos del viento 
      el corazón del agua 
                      un eucalipto 
      el campamento de las nubes 
      la vida que nace cada día 
      la muerte que nace cada vida 

      Froto mis párpados: 
      el cielo anda en la tierra 

    • Por buscarme, Poesía, en ti me busqué: 
      deshecha estrella de agua, 
      se anegó en mi ser. 
      Por buscarte, Poesía, 
      en mí naufragué. 

      Después sólo te buscaba 
      por huir de mí: 
      ¡espesura de reflejos 
      en que me perdí! 

    •    I 


      Más acá de la música y de la danza, 
      aquí, en la inmovilidad, 
      sitio de la música tensa, 
      bajo el gran árbol de mi sangre, 
      tú reposas. Yo estoy desnudo 
      y en mis venas golpea la fuerza, 
      hija de la inmovilidad. 

    • Dame, llama invisible, espada fría, 
      tu persistente cólera, 
      para acabar con todo, 
      oh mundo seco, 
      oh mundo desangrado, 
      para acabar con todo. 

      Arde, sombrío, arde sin llamas, 
      apagado y ardiente, 
      ceniza y piedra viva, 
      desierto sin orillas. 

    • Dales la vuelta, 
      cógelas del rabo (chillen, putas), 
      azótalas, 
      dales azúcar en la boca a las rejegas, 
      ínflalas, globos, pínchalas, 
      sórbeles sangre y tuétanos, 
      sécalas, 
      cápalas, 
      písalas, gallo galante, 
      tuérceles el gaznate, cocinero, 

    • Y las sombras se abrieron otra vez 
      y mostraron su cuerpo: 
      tu pelo, otoño espeso, caída de agua solar, 
      tu boca y la blanca disciplina 
      de tus dientes caníbales, 
      prisioneros en llamas, 
      tu piel de pan apenas dorado 
      y tus ojos de azúcar quemada,