Poema de la Tierra, de Óscar Castro Zúñiga | Poema

    Poema en español
    Poema de la Tierra



    Tierra, como si fueras mi corazón, te quiero, 
    Para decir tu salmo sobre ti me levanto 
    Alzo la frente, pero mis pies en ti reposan 
    Soy el tallo moreno en la espiga del canto. 

    Tierra de los viñedos, tierra de los maizales 
    rientes y jocundos, ancha tierra del campo, 
    para apretarte toda contra mi pecho duro 
    alargaría en ríos melodiosos mis brazos. 

    Prolongación de ti, todavía conserva 
    tu morena humedad este vaso de arcilla. 
    Si el corazón desnudo cayera en cualquier surco, 
    te enjoyaría toda de rosas purpurinas. 

    Tierra mía, mi tierra con olor a vendimias, 
    sabor del fruto dulce y del agua que bebo, 
    el día en que tu entraña me recoja y me absorba, 
    te habré devuelto sólo todo lo que te debo. 





    Tierra humilde y reseca del patio de la casa 
    Pintada por la sombra de movedizas parras 
    Tierra sin horizontes, heredad que termina 
    Junto a la vertical tierra de las murallas. 

    El sol se acuesta en ella, como un perro, a la siesta 
    La luna le derrama sus linos y sus platas 
    Grises guijarros duermen junto a sus partiduras 
    Sobre su rostro caen hojas y sombras de alas. 

    Dura como las manos del destino y la angustia 
    Y en la actitud divina del que sufre y se calla, 
    Debe sentirse, cuando maduran los luceros 
    Fondo del pozo de la noche milenaria. 





    Tierra de los caminos del mundo entero. 
    Tierra hollada por las bestias grises y por los hombres 
    Tierra por donde pasa la cosecha olorosa. 
    Polvo que va marcando la angustia de los pobres. 

    Franja de tierra, única de todos en el mundo, 
    siempre abierta y leal como una mano buena. 
    Predio de los poetas y de los vagabundos 
    que no tienen 'en dónde reclinar la cabeza'. 

    Yo me arrodillaría, y para darle sombra, 
    plantaría en su orilla mi huerto de poemas: 
    pasarían los hombres, cogerían las flores 
    y las irían, luego, deshojando en la tierra. 

    Yo, que nací desnudo y que nunca he tenido 
    más que un surco de angustia y un sembrado de estrellas 
    pienso que si no hubiera caminos polvorosos, 
    no habría poseído ni una cosa en la tierra. 

    La codicia del hombre desdeñó los caminos. 
    Pueden pasar por ellos, enemigos y hermanos. 
    Ah, si la tierra entera fuese un camino inmenso, 
    todos podrían ir cogidos de la mano! 





    Bajo el asfalto duro de las ciudades duermes, 
    Escondida del sol y lejana del viento, 
    Tierra de las ciudades, te vendaron los ojos 
    Para que no miraras la sonrisa del cielo. 

    Sufres por los trigales que no fructificaron, 
    Deslumbrados de sol, sobre tu techo inmenso. 
    Y te clavan la entraña dolorosa y mordida, 
    Los tallos sin raíces de los postes eléctricos. 

    Tierra mía, los hombres te olvidaron. No sienten 
    Tu temblor en el surco, tu fragancia en el viento. 
    Y ni siquiera puedes besarles las rodillas: 
    Entre ellos y tú, está la losa de los tiempos. 

    Yo sentiré por todos. Me tenderé de bruces, 
    Hasta que me perfumes la sangre y el aliento. 
    ¿En qué rincón humilde florecerá un rosal, 
    Cuando tú seas toda de asfalto y de cemento? 





    Tanta sangre caída sobre la tierra. Tanta 
    Vida segada cuando su aurora comenzaba. 
    Todo por el anhelo de poseer la tierra 
    Y de alzar en la tierra fronteras y murallas. 

    Tierra escupida de blasfemias y sollozos, 
    De polvera y de sangre, tierra de las batallas, 
    Después que te mordieron y te desmantelaron 
    ¿Cómo podrá tu entraña florecer rosas blancas? 

    Las manos de los muertos, las bocas de los muertos, 
    Se apegaron a ti, sangrientas y crispadas. 
    Te cubrieron entera de huesos y cenizas, 
    Te quemaron los bosques, te enturbiaron las aguas. 

    Y tú, piadosamente, recogiste la sangre 
    Para elevarla al sol, dulce y purificada. 
    ¡oh, melodioso viaje de la sabia en los troncos, 
    Rumbo al retoño niño o la flor deslumbrada! 

    Yo no sé qué designio preside tus alquimias. 
    Luchan por ti los hombres, tierra de las batallas. 
    Lucha, y no comprenden que cuando a ti se fundan, 
    Te las entregaras, morena y perfumada. 





    Tierra los ojos y las manos, 
    húmeda tierra el corazón, 
    tierra la carne de la amada, 
    tierra fragante la canción. 

    Tierra los cuerpos en la cópula, 
    enceguecidos de hambre y sol: 
    tierra sufriente y dolorosa, 
    tierra con sangre de Dios. 

    Solloza el mundo en nuestra tierra, 
    y las estrellas, y la flor, 
    y la palabra de los vientos 
    y todo rosal interior. 

    Y esta tierra con que sufrimos, 
    nos impide toda ascensión, 
    y toda ala caída en tierra 
    se nos pudre en el corazón. 

    Tierra las manos de la amada, 
    tierra su cuerpo de alba y sol, 
    tierra sus ojos dolorosos, 
    temblor de tierra su temblor 

    en el instante del vencimiento, 
    tierra otoñal su extenuación. 
    ¿Será de tierra el pensamiento 
    y será tierra la emoción?