La mamadre, de Pablo Neruda | Poema

    Poema en español
    La mamadre

    La mamadre viene por ahí, 
    con zuecos de madera. Anoche 
    sopló el viento del polo, se rompieron 
    los tejados, se cayeron 
    los muros y los puentes, 
    aulló la noche entera con sus pumas, 
    y ahora, en la mañana 
    de sol helado, llega 
    mi mamadre, doña 
    Trinidad Marverde, 
    dulce como la tímida frescura 
    del sol en las regiones tempestuosas, 
    lamparita 
    menuda y apagándose, 
    encendiéndose 
    para que todos vean el camino. 

    Oh dulce mamadre 
    ─nunca pude 
    decir madrastra─, 
    ahora 
    mi boca tiembla para definirte, 
    porque apenas 
    abrí el entendimiento 
    vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro, 
    la santidad más útil: 
    la del agua y la harina, 
    y eso fuiste: la vida te hizo pan 
    y allí te consumimos, 
    invierno largo a invierno desolado 
    con las goteras dentro 
    de la casa 
    y tu humildad ubicua 
    desgranando 
    el áspero 
    cereal de la pobreza 
    como si hubieras ido 
    repartiendo 
    un río de diamantes. 

    Ay mamá, cómo pude 
    vivir sin recordarte 
    cada minuto mío? 
    No es posible. Yo llevo 
    tu Marverde en mi sangre, 
    el apellido 
    del pan que se reparte, 
    de aquellas 
    dulces manos 
    que cortaron del saco de la harina 
    los calzoncillos de mi infancia, 
    de la que cocinó, planchó, lavó, 
    sembró, calmó la fiebre, 
    y cuando todo estuvo hecho, 
    y ya podía 
    yo sostenerme con los pies seguros, 
    se fue, cumplida, oscura, 
    al pequeño ataúd 
    donde por vez primera estuvo ociosa 
    bajo la dura lluvia de Temuco.

    Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto nació en Parral, Chile, el 12 de julio de 1904 conocido por el seudónimo y, más tarde, el nombre legal de Pablo Neruda, fue un poeta chileno, considerado uno de los mayores y más influyentes de su siglo, siendo llamado por el novelista Gabriel García Márquez «el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma». Entre sus múltiples reconocimientos destaca el Premio Nobel de Literatura en 1971. En 1917, publica su primer artículo en el diario La Mañana de Temuco, con el título de Entusiasmo y perseverancia. En esta ciudad escribió gran parte de los trabajos, que pasarían a integrar su primer libro de poemas: Crepusculario. En 1924 publica su famoso Veinte poemas de amor y una canción desesperada, en el que todavía se nota una influencia del modernismo. En 1927, comienza su larga carrera diplomática en Rangún, Birmania. Será luego cónsul en Sri Lanka, Java, Singapur, Buenos Aires, Barcelona y Madrid. En sus múltiples viajes conoce en Buenos Aires a Federico García Lorca y en Barcelona a Rafael Alberti. Pregona su concepción poética de entonces, la que llamó «poesía impura», y experimenta el poderoso y liberador influjo del Surrealismo. En 1935, aparece la edición madrileña de Residencia en la tierra.

    •         Llegaste a mí directamente del Levante. Me traías, 
              pastor de cabras, tu inocencia arrugada, 
              la escolástica de viejas páginas, un olor 
              a Fray Luis, a azahares, al estiércol quemado 
              sobre los montes, y en tu máscara 

    • Y fue a esa edad... Llegó la poesía 
      a buscarme. No sé, no sé de dónde 
      salió, de invierno o río. 
      No sé cómo ni cuándo, 
      no, no eran voces, no eran 
      palabras, ni silencio, 
      pero desde una calle me llamaba, 
      desde las ramas de la noche, 

    • Ni el corazón cortado por un vidrio 
      en un erial de espinas, 
      ni las aguas atroces vistas en los rincones 
      de ciertas casas, aguas como párpados y ojos, 
      podrían sujetar tu cintura en mis manos 
      cuando mi corazón levanta sus encinas 

    • Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy. 
      El río anuda al mar su lamento obstinado. 

      Abandonado como los muelles en el alba. 
      Es la hora de partir, oh abandonado! 

      Sobre mi corazón llueven frías corolas. 
      Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos! 

    • Adiós, pero conmigo 
      serás, irás adentro 
      de una gota de sangre que circule en mis venas 
      o fuera, beso que me abrasa el rostro 
      o cinturón de fuego en mi cintura. 
      Dulce mía, recibe 
      el gran amor que salió de mi vida 
      y que en ti no encontraba territorio