Oda al caldillo de congrio, de Pablo Neruda | Poema

    Poema en español
    Oda al caldillo de congrio

    En el mar 
    tormentoso 
    de Chile 
    vive el rosado congrio, 
    gigante anguila 
    de nevada carne. 
    Y en las ollas 
    chilenas, 
    en la costa, 
    nació el caldillo 
    grávido y suculento, 
    provechoso. 
    Lleven a la cocina 
    el congrio desollado, 
    su piel manchada cede 
    como un guante 
    y al descubierto queda 
    entonces 
    el racimo del mar, 
    el congrio tierno 
    reluce 
    ya desnudo, 
    preparado 
    para nuestro apetito. 
    Ahora 
    recoges 
    ajos, 
    acaricia primero 
    ese marfil 
    precioso, 
    huele 
    su fragancia iracunda, 
    entonces 
    deja el ajo picado 
    caer con la cebolla 
    y el tomate 
    hasta que la cebolla 
    tenga color de oro. 
    Mientras tanto 
    se cuecen 
    con el vapor 
    los regios 
    camarones marinos 
    y cuando ya llegaron 
    a su punto, 
    cuando cuajó el sabor 
    en una salsa 
    formada por el jugo 
    del océano 
    y por el agua clara 
    que desprendió la luz de la cebolla, 
    entonces 
    que entre el congrio 
    y se sumerja en gloria, 
    que en la olla 
    se aceite, 
    se contraiga y se impregne. 
    Ya sólo es necesario 
    dejar en el manjar 
    caer la crema 
    como una rosa espesa, 
    y al fuego 
    lentamente 
    entregar el tesoro 
    hasta que en el caldillo 
    se calienten 
    las esencias de Chile, 
    y a la mesa 
    lleguen recién casados 
    los sabores 
    del mar y de la tierra 
    para que en ese plato 
    tú conozcas el cielo.

    Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto nació en Parral, Chile, el 12 de julio de 1904 conocido por el seudónimo y, más tarde, el nombre legal de Pablo Neruda, fue un poeta chileno, considerado uno de los mayores y más influyentes de su siglo, siendo llamado por el novelista Gabriel García Márquez «el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma». Entre sus múltiples reconocimientos destaca el Premio Nobel de Literatura en 1971. En 1917, publica su primer artículo en el diario La Mañana de Temuco, con el título de Entusiasmo y perseverancia. En esta ciudad escribió gran parte de los trabajos, que pasarían a integrar su primer libro de poemas: Crepusculario. En 1924 publica su famoso Veinte poemas de amor y una canción desesperada, en el que todavía se nota una influencia del modernismo. En 1927, comienza su larga carrera diplomática en Rangún, Birmania. Será luego cónsul en Sri Lanka, Java, Singapur, Buenos Aires, Barcelona y Madrid. En sus múltiples viajes conoce en Buenos Aires a Federico García Lorca y en Barcelona a Rafael Alberti. Pregona su concepción poética de entonces, la que llamó «poesía impura», y experimenta el poderoso y liberador influjo del Surrealismo. En 1935, aparece la edición madrileña de Residencia en la tierra.

    •         Llegaste a mí directamente del Levante. Me traías, 
              pastor de cabras, tu inocencia arrugada, 
              la escolástica de viejas páginas, un olor 
              a Fray Luis, a azahares, al estiércol quemado 
              sobre los montes, y en tu máscara 

    • Y fue a esa edad... Llegó la poesía 
      a buscarme. No sé, no sé de dónde 
      salió, de invierno o río. 
      No sé cómo ni cuándo, 
      no, no eran voces, no eran 
      palabras, ni silencio, 
      pero desde una calle me llamaba, 
      desde las ramas de la noche, 

    • Ni el corazón cortado por un vidrio 
      en un erial de espinas, 
      ni las aguas atroces vistas en los rincones 
      de ciertas casas, aguas como párpados y ojos, 
      podrían sujetar tu cintura en mis manos 
      cuando mi corazón levanta sus encinas 

    • Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy. 
      El río anuda al mar su lamento obstinado. 

      Abandonado como los muelles en el alba. 
      Es la hora de partir, oh abandonado! 

      Sobre mi corazón llueven frías corolas. 
      Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos! 

    • Adiós, pero conmigo 
      serás, irás adentro 
      de una gota de sangre que circule en mis venas 
      o fuera, beso que me abrasa el rostro 
      o cinturón de fuego en mi cintura. 
      Dulce mía, recibe 
      el gran amor que salió de mi vida 
      y que en ti no encontraba territorio