Poema 11. Casi fuera del cielo ancla entre dos montañas, de Pablo Neruda | Poema

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    Poema 11. Casi fuera del cielo ancla entre dos montañas

    Casi fuera del cielo ancla entre dos montañas 
    la mitad de la luna. 
    Girante, errante noche, la cavadora de ojos. 
    A ver cuántas estrellas trizadas en la charca. 

    Hace una cruz de luto entre mis cejas, huye. 
    Fragua de metales azules, noches de las calladas luchas, 
    mi corazón da vueltas como un volante loco. 
    Niña venida de tan lejos, traída de tan lejos, 
    a veces fulgurece su mirada debajo del cielo. 
    Quejumbre, tempestad, remolino de furia, 
    cruza encima de mi corazón, sin detenerte. 
    Viento de los sepulcros acarrea, destroza, dispersa tu raíz soñolienta. 
    Desarraiga los grandes árboles al otro lado de ella. 
    Pero tú, clara niña, pregunta de humo, espiga. 
    Era la que iba formando el viento con hojas iluminadas. 
    Detrás de las montañas nocturnas, blanco lirio de incendio, 
    ah nada puedo decir! Era hecha de todas las cosas. 

    Ansiedad que partiste mi pecho a cuchillazos, 
    es hora de seguir otro camino, donde ella no sonría. 
    Tempestad que enterró las campanas, turbio revuelo de tormentas 
    para qué tocarla ahora, para qué entristecerla. 
    Ay seguir el camino que se aleja de todo, 
    donde no esté atajando la angustia, la muerte, el invierno, 
    con sus ojos abiertos entre el rocío.

    Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto nació en Parral, Chile, el 12 de julio de 1904 conocido por el seudónimo y, más tarde, el nombre legal de Pablo Neruda, fue un poeta chileno, considerado uno de los mayores y más influyentes de su siglo, siendo llamado por el novelista Gabriel García Márquez «el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma». Entre sus múltiples reconocimientos destaca el Premio Nobel de Literatura en 1971. En 1917, publica su primer artículo en el diario La Mañana de Temuco, con el título de Entusiasmo y perseverancia. En esta ciudad escribió gran parte de los trabajos, que pasarían a integrar su primer libro de poemas: Crepusculario. En 1924 publica su famoso Veinte poemas de amor y una canción desesperada, en el que todavía se nota una influencia del modernismo. En 1927, comienza su larga carrera diplomática en Rangún, Birmania. Será luego cónsul en Sri Lanka, Java, Singapur, Buenos Aires, Barcelona y Madrid. En sus múltiples viajes conoce en Buenos Aires a Federico García Lorca y en Barcelona a Rafael Alberti. Pregona su concepción poética de entonces, la que llamó «poesía impura», y experimenta el poderoso y liberador influjo del Surrealismo. En 1935, aparece la edición madrileña de Residencia en la tierra.

    •         Llegaste a mí directamente del Levante. Me traías, 
              pastor de cabras, tu inocencia arrugada, 
              la escolástica de viejas páginas, un olor 
              a Fray Luis, a azahares, al estiércol quemado 
              sobre los montes, y en tu máscara 

    • Y fue a esa edad... Llegó la poesía 
      a buscarme. No sé, no sé de dónde 
      salió, de invierno o río. 
      No sé cómo ni cuándo, 
      no, no eran voces, no eran 
      palabras, ni silencio, 
      pero desde una calle me llamaba, 
      desde las ramas de la noche, 

    • Ni el corazón cortado por un vidrio 
      en un erial de espinas, 
      ni las aguas atroces vistas en los rincones 
      de ciertas casas, aguas como párpados y ojos, 
      podrían sujetar tu cintura en mis manos 
      cuando mi corazón levanta sus encinas 

    • Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy. 
      El río anuda al mar su lamento obstinado. 

      Abandonado como los muelles en el alba. 
      Es la hora de partir, oh abandonado! 

      Sobre mi corazón llueven frías corolas. 
      Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos! 

    • Adiós, pero conmigo 
      serás, irás adentro 
      de una gota de sangre que circule en mis venas 
      o fuera, beso que me abrasa el rostro 
      o cinturón de fuego en mi cintura. 
      Dulce mía, recibe 
      el gran amor que salió de mi vida 
      y que en ti no encontraba territorio