Poema 13. He ido marcando con cruces de fuego, de Pablo Neruda | Poema

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    Poema 13. He ido marcando con cruces de fuego

    He ido marcando con cruces de fuego 
    el atlas blanco de tu cuerpo. 
    Mi boca era una araña que cruzaba escondiéndose. 
    En ti, detrás de ti, temerosa, sedienta. 

    Historias que contarte a la orilla del crepúsculo, 
    muñeca triste y dulce, para que no estuvieras triste. 
    Un cisne, un árbol, algo lejano y alegre. 
    El tiempo de las uvas, el tiempo maduro y frutal. 

    Yo que viví en un puerto desde donde te amaba. 
    La soledad cruzada de sueño y de silencio. 
    Acorralado entre el mar y la tristeza. 
    Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles. 

    Entre los labios y la voz, algo se va muriendo. 
    Algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido. 
    Así como las redes no retienen el agua. 
    Muñeca mía, apenas quedan gotas temblando. 
    Sin embargo, algo canta entre estas palabras fugaces. 
    Algo canta, algo sube hasta mi ávida boca. 
    Oh poder celebrarte con todas las palabras de alegría. 
    Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un loco. 
    Triste ternura mía, qué te haces de repente? 
    Cuando he llegado al vértice más atrevido y frío 
    mi corazón se cierra como una flor nocturna.

    Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto nació en Parral, Chile, el 12 de julio de 1904 conocido por el seudónimo y, más tarde, el nombre legal de Pablo Neruda, fue un poeta chileno, considerado uno de los mayores y más influyentes de su siglo, siendo llamado por el novelista Gabriel García Márquez «el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma». Entre sus múltiples reconocimientos destaca el Premio Nobel de Literatura en 1971. En 1917, publica su primer artículo en el diario La Mañana de Temuco, con el título de Entusiasmo y perseverancia. En esta ciudad escribió gran parte de los trabajos, que pasarían a integrar su primer libro de poemas: Crepusculario. En 1924 publica su famoso Veinte poemas de amor y una canción desesperada, en el que todavía se nota una influencia del modernismo. En 1927, comienza su larga carrera diplomática en Rangún, Birmania. Será luego cónsul en Sri Lanka, Java, Singapur, Buenos Aires, Barcelona y Madrid. En sus múltiples viajes conoce en Buenos Aires a Federico García Lorca y en Barcelona a Rafael Alberti. Pregona su concepción poética de entonces, la que llamó «poesía impura», y experimenta el poderoso y liberador influjo del Surrealismo. En 1935, aparece la edición madrileña de Residencia en la tierra.

    •         Llegaste a mí directamente del Levante. Me traías, 
              pastor de cabras, tu inocencia arrugada, 
              la escolástica de viejas páginas, un olor 
              a Fray Luis, a azahares, al estiércol quemado 
              sobre los montes, y en tu máscara 

    • Y fue a esa edad... Llegó la poesía 
      a buscarme. No sé, no sé de dónde 
      salió, de invierno o río. 
      No sé cómo ni cuándo, 
      no, no eran voces, no eran 
      palabras, ni silencio, 
      pero desde una calle me llamaba, 
      desde las ramas de la noche, 

    • Ni el corazón cortado por un vidrio 
      en un erial de espinas, 
      ni las aguas atroces vistas en los rincones 
      de ciertas casas, aguas como párpados y ojos, 
      podrían sujetar tu cintura en mis manos 
      cuando mi corazón levanta sus encinas 

    • Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy. 
      El río anuda al mar su lamento obstinado. 

      Abandonado como los muelles en el alba. 
      Es la hora de partir, oh abandonado! 

      Sobre mi corazón llueven frías corolas. 
      Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos! 

    • Adiós, pero conmigo 
      serás, irás adentro 
      de una gota de sangre que circule en mis venas 
      o fuera, beso que me abrasa el rostro 
      o cinturón de fuego en mi cintura. 
      Dulce mía, recibe 
      el gran amor que salió de mi vida 
      y que en ti no encontraba territorio