Poema 17. Pensando, enredando sombras en la profunda soledad, de Pablo Neruda | Poema

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    Poema 17. Pensando, enredando sombras en la profunda soledad

    Pensando, enredando sombras en la profunda soledad. 
    Tú también estás lejos, ah más lejos que nadie. 
    Pensando, soltando pájaros, desvaneciendo imágenes, 
    enterrando lámparas. 
    Campanario de brumas, qué lejos, allá arriba! 
    Ahogando lamentos, moliendo esperanzas sombrías, 
    molinero taciturno, 
    se te viene de bruces la noche, lejos de la ciudad. 

    Tu presencia es ajena, extraña a mí como una cosa. 
    Pienso, camino largamente, mi vida antes de ti. 
    Mi vida antes de nadie, mi áspera vida. 
    El grito frente al mar, entre las piedras, 
    corriendo libre, loco, en el vaho del mar. 
    La furia triste, el grito, la soledad del mar. 
    Desbocado, violento, estirado hacia el cielo. 

    Tú, mujer, qué eras allí, qué raya, qué varilla 
    de ese abanico inmenso? Estabas lejos como ahora. 
    Incendio en el bosque! Arde en cruces azules. 
    Arde, arde, llamea, chispea en árboles de luz. 
    Se derrumba, crepita. Incendio. Incendio. 
    Y mi alma baila herida de virutas de fuego. 
    Quien llama? Qué silencio poblado de ecos? 
    Hora de la nostalgia, hora de la alegría, hora de la soledad, 
    hora mía entre todas! 

    Bocina en que el viento pasa cantando. 
    Tanta pasión de llanto anudada a mi cuerpo. 
    Sacudida de todas las raíces, 
    asalto de todas las olas! 
    Rodaba, alegre, triste, interminable, mi alma. 

    Pensando, enterrando lámparas en la profunda soledad. 
    Quién eres tú, quién eres?

    Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto nació en Parral, Chile, el 12 de julio de 1904 conocido por el seudónimo y, más tarde, el nombre legal de Pablo Neruda, fue un poeta chileno, considerado uno de los mayores y más influyentes de su siglo, siendo llamado por el novelista Gabriel García Márquez «el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma». Entre sus múltiples reconocimientos destaca el Premio Nobel de Literatura en 1971. En 1917, publica su primer artículo en el diario La Mañana de Temuco, con el título de Entusiasmo y perseverancia. En esta ciudad escribió gran parte de los trabajos, que pasarían a integrar su primer libro de poemas: Crepusculario. En 1924 publica su famoso Veinte poemas de amor y una canción desesperada, en el que todavía se nota una influencia del modernismo. En 1927, comienza su larga carrera diplomática en Rangún, Birmania. Será luego cónsul en Sri Lanka, Java, Singapur, Buenos Aires, Barcelona y Madrid. En sus múltiples viajes conoce en Buenos Aires a Federico García Lorca y en Barcelona a Rafael Alberti. Pregona su concepción poética de entonces, la que llamó «poesía impura», y experimenta el poderoso y liberador influjo del Surrealismo. En 1935, aparece la edición madrileña de Residencia en la tierra.

    •         Llegaste a mí directamente del Levante. Me traías, 
              pastor de cabras, tu inocencia arrugada, 
              la escolástica de viejas páginas, un olor 
              a Fray Luis, a azahares, al estiércol quemado 
              sobre los montes, y en tu máscara 

    • Y fue a esa edad... Llegó la poesía 
      a buscarme. No sé, no sé de dónde 
      salió, de invierno o río. 
      No sé cómo ni cuándo, 
      no, no eran voces, no eran 
      palabras, ni silencio, 
      pero desde una calle me llamaba, 
      desde las ramas de la noche, 

    • Ni el corazón cortado por un vidrio 
      en un erial de espinas, 
      ni las aguas atroces vistas en los rincones 
      de ciertas casas, aguas como párpados y ojos, 
      podrían sujetar tu cintura en mis manos 
      cuando mi corazón levanta sus encinas 

    • Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy. 
      El río anuda al mar su lamento obstinado. 

      Abandonado como los muelles en el alba. 
      Es la hora de partir, oh abandonado! 

      Sobre mi corazón llueven frías corolas. 
      Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos! 

    • Adiós, pero conmigo 
      serás, irás adentro 
      de una gota de sangre que circule en mis venas 
      o fuera, beso que me abrasa el rostro 
      o cinturón de fuego en mi cintura. 
      Dulce mía, recibe 
      el gran amor que salió de mi vida 
      y que en ti no encontraba territorio