Poema 20. Puedo escribir los versos más tristes esta noche, de Pablo Neruda | Poema

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    Poema 20. Puedo escribir los versos más tristes esta noche

    Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 

    Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, 
    y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.» 

    El viento de la noche gira en el cielo y canta. 

    Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
    Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 

    En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. 
    La besé tantas veces bajo el cielo infinito. 

    Ella me quiso, a veces yo también la quería. 
    Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. 

    Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
    Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 

    Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. 
    Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. 

    Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 
    La noche está estrellada y ella no está conmigo. 

    Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. 
    Mi alma no se contenta con haberla perdido. 

    Como para acercarla mi mirada la busca. 
    Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. 

    La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 
    Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. 

    Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. 
    Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 

    De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. 
    Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. 

    Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 
    Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. 

    Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, 
    Mi alma no se contenta con haberla perdido. 

    Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, 
    y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

    Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto nació en Parral, Chile, el 12 de julio de 1904 conocido por el seudónimo y, más tarde, el nombre legal de Pablo Neruda, fue un poeta chileno, considerado uno de los mayores y más influyentes de su siglo, siendo llamado por el novelista Gabriel García Márquez «el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma». Entre sus múltiples reconocimientos destaca el Premio Nobel de Literatura en 1971. En 1917, publica su primer artículo en el diario La Mañana de Temuco, con el título de Entusiasmo y perseverancia. En esta ciudad escribió gran parte de los trabajos, que pasarían a integrar su primer libro de poemas: Crepusculario. En 1924 publica su famoso Veinte poemas de amor y una canción desesperada, en el que todavía se nota una influencia del modernismo. En 1927, comienza su larga carrera diplomática en Rangún, Birmania. Será luego cónsul en Sri Lanka, Java, Singapur, Buenos Aires, Barcelona y Madrid. En sus múltiples viajes conoce en Buenos Aires a Federico García Lorca y en Barcelona a Rafael Alberti. Pregona su concepción poética de entonces, la que llamó «poesía impura», y experimenta el poderoso y liberador influjo del Surrealismo. En 1935, aparece la edición madrileña de Residencia en la tierra.

    •         Llegaste a mí directamente del Levante. Me traías, 
              pastor de cabras, tu inocencia arrugada, 
              la escolástica de viejas páginas, un olor 
              a Fray Luis, a azahares, al estiércol quemado 
              sobre los montes, y en tu máscara 

    • Y fue a esa edad... Llegó la poesía 
      a buscarme. No sé, no sé de dónde 
      salió, de invierno o río. 
      No sé cómo ni cuándo, 
      no, no eran voces, no eran 
      palabras, ni silencio, 
      pero desde una calle me llamaba, 
      desde las ramas de la noche, 

    • Ni el corazón cortado por un vidrio 
      en un erial de espinas, 
      ni las aguas atroces vistas en los rincones 
      de ciertas casas, aguas como párpados y ojos, 
      podrían sujetar tu cintura en mis manos 
      cuando mi corazón levanta sus encinas 

    • Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy. 
      El río anuda al mar su lamento obstinado. 

      Abandonado como los muelles en el alba. 
      Es la hora de partir, oh abandonado! 

      Sobre mi corazón llueven frías corolas. 
      Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos! 

    • Adiós, pero conmigo 
      serás, irás adentro 
      de una gota de sangre que circule en mis venas 
      o fuera, beso que me abrasa el rostro 
      o cinturón de fuego en mi cintura. 
      Dulce mía, recibe 
      el gran amor que salió de mi vida 
      y que en ti no encontraba territorio 

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