Si tú me olvidas, de Pablo Neruda | Poema

    Poema en español
    Si tú me olvidas

    Quiero que sepas 
    una cosa. 

    Tú sabes cómo es esto: 
    si miro 
    la luna de cristal, la rama roja 
    del lento otoño en mi ventana, 
    si toco 
    junto al fuego 
    la impalpable ceniza 
    o el arrugado cuerpo de la leña, 
    todo me lleva a ti, 
    como si todo lo que existe, 
    aromas, luz, metales, 
    fueran pequeños barcos que navegan 
    hacia las islas tuyas que me aguardan. 

    Ahora bien, 
    si poco a poco dejas de quererme 
    dejaré de quererte poco a poco. 

    Si de pronto 
    me olvidas 
    no me busques, 
    que ya te habré olvidado. 

    Si consideras largo y loco 
    el viento de banderas 
    que pasa por mi vida 
    y te decides 
    a dejarme a la orilla 
    del corazón en que tengo raíces, 
    piensa 
    que en ese día, 
    a esa hora 
    levantaré los brazos 
    y saldrán mis raíces 
    a buscar otra tierra. 

    Pero 
    si cada día, 
    cada hora 
    sientes que a mí estás destinada 
    con dulzura implacable. 
    Si cada día sube 
    una flor a tus labios a buscarme, 
    ay amor mío, ay mía, 
    en mí todo ese fuego se repite, 
    en mí nada se apaga ni se olvida, 
    mi amor se nutre de tu amor, amada, 
    y mientras vivas estará en tus brazos 
    sin salir de los míos.

    Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto nació en Parral, Chile, el 12 de julio de 1904 conocido por el seudónimo y, más tarde, el nombre legal de Pablo Neruda, fue un poeta chileno, considerado uno de los mayores y más influyentes de su siglo, siendo llamado por el novelista Gabriel García Márquez «el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma». Entre sus múltiples reconocimientos destaca el Premio Nobel de Literatura en 1971. En 1917, publica su primer artículo en el diario La Mañana de Temuco, con el título de Entusiasmo y perseverancia. En esta ciudad escribió gran parte de los trabajos, que pasarían a integrar su primer libro de poemas: Crepusculario. En 1924 publica su famoso Veinte poemas de amor y una canción desesperada, en el que todavía se nota una influencia del modernismo. En 1927, comienza su larga carrera diplomática en Rangún, Birmania. Será luego cónsul en Sri Lanka, Java, Singapur, Buenos Aires, Barcelona y Madrid. En sus múltiples viajes conoce en Buenos Aires a Federico García Lorca y en Barcelona a Rafael Alberti. Pregona su concepción poética de entonces, la que llamó «poesía impura», y experimenta el poderoso y liberador influjo del Surrealismo. En 1935, aparece la edición madrileña de Residencia en la tierra.

    •         Llegaste a mí directamente del Levante. Me traías, 
              pastor de cabras, tu inocencia arrugada, 
              la escolástica de viejas páginas, un olor 
              a Fray Luis, a azahares, al estiércol quemado 
              sobre los montes, y en tu máscara 

    • Y fue a esa edad... Llegó la poesía 
      a buscarme. No sé, no sé de dónde 
      salió, de invierno o río. 
      No sé cómo ni cuándo, 
      no, no eran voces, no eran 
      palabras, ni silencio, 
      pero desde una calle me llamaba, 
      desde las ramas de la noche, 

    • Ni el corazón cortado por un vidrio 
      en un erial de espinas, 
      ni las aguas atroces vistas en los rincones 
      de ciertas casas, aguas como párpados y ojos, 
      podrían sujetar tu cintura en mis manos 
      cuando mi corazón levanta sus encinas 

    • Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy. 
      El río anuda al mar su lamento obstinado. 

      Abandonado como los muelles en el alba. 
      Es la hora de partir, oh abandonado! 

      Sobre mi corazón llueven frías corolas. 
      Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos! 

    • Adiós, pero conmigo 
      serás, irás adentro 
      de una gota de sangre que circule en mis venas 
      o fuera, beso que me abrasa el rostro 
      o cinturón de fuego en mi cintura. 
      Dulce mía, recibe 
      el gran amor que salió de mi vida 
      y que en ti no encontraba territorio