Quiero pintar de blanco la hierba de la pradera y el compacto césped que recubre los jardines; todos pensarán que venció la fuerza del desierto y yo seré durante años el Dueño de la vida, dejando que me acaricie la tibieza del sueño alado y tiñendo al atardecer lo que brotó del rocío; mi pincel será la cascada cuyo estruendo nunca percibo y mi pintura las aguas que en ella se enroscan furiosas, y los que por los aires naveguen verán surgir la nieve del pecho abierto del Verano, variarán de canción los motores aceitosos y enarcarán las cejas los pilotos sin mirada.
Danzaré entre las hojas chamuscadas por el frío y los demás conmigo, pero ellos caerán extenuados y sus músculos heridos servirán para tensar mi nuevo arco y clavar en sus corazones suplicantes mensajes de amor que sin duda secará el aliento de la lluvia; y arrebataré a los niños la dejadez que me apasiona, se marchitará colgada de las moreras, como los plásticos sucios en el invierno espinoso.
Beberé el líquido que corre con el Nilo, despojaré de su piel al fornido rinoceronte, falsearé la leyenda y ésta me pertenecerá, poseeré los campos de maíz y los quejidos sin motivo, dividiré el tesoro del pirata para llevármelo entero, y, llegado el momento, cuando las ilusiones ahoguen el desengaño, nada quedará sin ser devuelto y mi alma os alegrará con una sonrisa.
Quiero pintar de blanco la hierba de la pradera y el compacto césped que recubre los jardines; todos pensarán que venció la fuerza del desierto y yo seré durante años el Dueño de la vida, dejando que me acaricie la tibieza del sueño alado
Juana volver a mirarte ha sido. Una enfermedad desconocida lame la tierra. En el sembrado muchos volcanes que nunca se inflamaron. Un milagro cuando los colores se convierten en hijos. Sombras nítidas si es posible en los campanarios.