¿Qué voy a hacer, mujer, sin tu cuidado,
cuando noviembre llegue por mis venas?
Ya no estarán en pie las azucenas
que yo cuidaba en tu jardín cercado.
Pero de aquel jazmín que yo he guardado
entre dos hojas de romances llenas
quedará la nostalgia de mis penas
junto al perfume de tu amor callado.
Y cuando me pregunten: Y esto, ¿qué era?
¿para qué esta biznaga mustia y rota
en el cuaderno de tus versos viejos...?
yo les diré que fue...¡la primavera!,
el zumo de unos labios gota a gota
sembrando la ilusión de huir muy lejos;
de huir muy lejos con la fe cautiva
en algo que presiento aunque no veo,
y ascender, ya sin Venus ni Morfeo,
sin humano timón, a la deriva,
para encontrar al fin la senda viva
que me lleve hasta el Cristo en quien yo creo,
sirviéndome tu luz de cirineo,
lejos ya de la tierra cielo arriba...
Mientras insiste aquí la primavera
y alza en nuestro balcón su viejo nido,
nido de alegre amor de primavera
que busca inútilmente mi latido,
porque la primavera... ¡la he perdido
desde que tú te fuiste en primavera.