¿Me quieres, amor, me quieres? ¡Sí, para toda la vida!...
y era yo quien preguntaba, siempre soñando una espina, siempre rondando una duda, siempre imaginando heridas. “¿Me quieres, amor, me quieres?” ¡Sí, para toda la vida!...
María Manuela, ¿me escuchas? Yo de vestíos no entiendo, pero... ¿te gusta de veras ese que te estás poniendo? Tan fino, tan transparente, tan escaso y tan ceñío, que a lo mejor por la calle te vas a morir de frío. Te sienta que eres un cromo,
Siempre pegada a tu muro y al filo de tus almenas; siempre rondando el castillo de tu amor; siempre sedienta de una sed mala y amarga de desengaño y arena.