I
Lo mataron en Granada, 
una tarde de verano 
y todo el cielo gitano 
recibió la puñalada... 
Sangre en verso derramada, 
poesía dulce y roja 
que toda la vega moja 
en amargo desconsuelo 
«sin paño de terciopelo 
ni cáliz que la recoja». 
(Por cielos de ceniza 
se va el poeta; 
la frente se le riza 
como veleta. 
Toda Granada 
es una plazoleta 
deshabitada) 
II
«Por el olivar venían, 
bronce y sueño, los gitanos». 
En la plama de sus manos 
como un niño lo traían... 
Las mujeres se rompían 
los volantes de la enagua, 
y el Darro bailaba el agua 
en un triste soniquete 
que sonaba a martinete 
y a cante grande de fragua... 
(¡Encended los faroles; 
romped el velo; 
cantad por 'caracoles', 
que viene el duelo! 
¡Como una espada, 
llevadlo, así, entre 'oles' 
por su Granada) 
III
No te vayas buen amigo 
quédate aquí con nosotros; 
están soltando los potros 
junto a lo verde del trigo... 
Están soñando contigo 
temblando de calentura, 
gitanas de piel oscura 
y brillante cabellera 
y hay una boca que espera 
morderte labio y cintura... 
(Desnúdate deprisa, 
que vengo herido; 
quédate con la risa 
como vestido... 
Quiero beberte 
y que luego dormido 
venga la muerte...) 
IV
«Rosa de los Camborios 
gime sentada a la puerta» 
medio viva y medio muerta 
entre paños mortuorios. 
A la luz de los velorios, 
con pena de jazmín chico, 
cual dos palomas sin pico 
muestra sus pechos helados, 
heridos y acuchillados 
lo mismo que Federico. 
(¡Que doble, bronce y plata, 
la Vela, Vela, 
que se ha muerto la nata 
de la canela! 
Mi bien amado 
de limón y ciruela 
va amortajado...) 
V
«Ignacio Sánchez Mejías 
con toda su muerte al hombro» 
sale pálido de asombro 
a las barandas sombrías... 
Todas las ganaderías 
mugen a la misma hora 
y en el filo de la aurora, 
junto a los bravos erales, 
sobre el mar de los trigales, 
la brisa también lo llora... 
(¡Ignacio, dame el vaso 
con el ungüento; 
no puedo dar un paso, 
ya no me siento! 
Quiero abrazarte, 
pero me ciega un viento 
de parte a parte...) 
VI
Dentro de su traje oscuro 
te nombra Bernarda Alba... 
la tarde pinta de malva 
la rosa blanca del muro. 
En la calle pisa duro 
un caballo sin jinete; 
dan en la torre las siete 
y Angustias, con voz sombría, 
solloza un Ave María 
derrumbada el el poyete. 
(Por la tapia del huerto 
te llamé en vano... 
-¡Dime que no está muerto 
Pepe, el Romano!- 
Ciego de zambra, 
con un Ángel gitano 
va por la Alhambra...) 
VII
-¿De quién es ese lamento 
que sobre la noche rueda?... 
-De Marianita Pineda, 
que está bordando en el viento... 
Con hilos de sentimiento, 
a la vez que borda y canta 
y con mano fina planta 
entre sangrientos jardines 
una rosa de carmines 
que enjoyará su garganta... 
(¿Qué bordas, Marianita, 
sobre esa tela? 
La flor para una cita 
que me desvela... 
¡En seda cuaja 
lo que Granada grita 
que es su mortaja...) 
VIII
«¡Hijo con un cuchillito 
que apenas cabe en la mano», 
de tu romance gitano 
cortaron la flor del grito! 
¡Ay, qué dolor infinito 
de pedernal y de rosa; 
voy y vengo como loca 
sin que consolarme pueda 
porque ni un hijo me queda 
para llevarme a la boca! 
(Aquel traje de pana 
que se ponía... 
Aquella faja grana 
que se ceñía... 
¡Tanto cuidarlo, 
y una flor de canana 
para matarlo!). 
IX
Desde su balcón volado, 
pálida, triste y mocita, 
te llama Doña Rosita, 
con el aliento apagado... 
Un heliotropo morado 
le acuchilla las ojeras 
y corta con sus tijeras 
adormecidas de herrumbre 
su corazón hecho lumbre 
por cincuenta primaveras... 
(¿Quién cambió los papeles 
en el piano? 
¿Quién secó los claveles 
de mi verano...? 
¡Ay, qué tormento! 
¿Dónde estás, primo hermano, 
que no te siento?) 
X
Sobre el hoyo de la cama 
donde su flor se le mustia 
igual que un río de angustia 
una mujer se derrama... 
Llama en vano, llama y llama 
al hijo que se le esconde... 
-¿En qué jardines, en dónde, 
hallar mi nardo de esperma...? 
Grito preñado de Yerma 
al que el hijo no responde... 
(¡A la nana, mi niño, 
que es madrugada...! 
¡A la nana, cariño, 
flor de Granada! 
¡Si yo pudiera 
quedarme embarazada 
yo te pariera!) 
XI
«Antonio Torres Heredia 
Camborio de dura crin», 
llora al filo de la media 
noche por el Albaicín... 
Suena la voz de un muecín 
como una fuente delgada, 
y desde Sierra Nevada, 
una paloma doliente, 
baja a besarle la frente 
al poeta de Granada... 
(¿A dónde vas, amigo, 
con tu secreto? 
Te llevarás conmigo 
voz y soneto... 
¡Cómo gemía 
dentro de tu esqueleto 
la poesía!)