Nada será que no haya sido antes. Nada será para no ser mañana. Eternidad son todos los instantes, que mide el grano que el reloj desgrana.
Eternidad la gracia de la rosa, y la alondra primera que abre el día, y la oruga, y su flor la mariposa. ¡Eterna en culpa la conciencia mía!
Al borde del camino, recostado como gusano que germina en lodo, siento la negra angustia del pecado, con la divina aspiración al Todo.
El gnóstico misterio está presente en el quieto volar de la paloma, y el pecado del mundo en la serpiente que muerde el pie del Ángel que la doma.
Sobre la eterna noche del pasado se abre la eterna noche del mañana. ¡Cada hora, una larva del pecado! ¡Y el símbolo la sierpe y la manzana!
Guarda el Tiempo el enigma de las Formas, como un dragón sobre los mundos vela, y el Todo y la Unidad, supremas normas, tejen el infinito de su estela.
Nada apaga el hervor de los crisoles, en su fondo, sellada está la eterna Idea de Platón. Lejanos soles un día encenderán nuestra caverna.
Mientras hilan las Parcas mi mortaja, una cruz de ceniza hago en la frente. El tiempo es la carcoma que trabaja por Satanás. ¡Y Dios es el Presente!
¡Todo es Eternidad! ¡Todo fue antes! ¡Y todo lo que es hoy será después, en el Instante que abre los instantes, y el hoyo de la muerte a nuestros pies!
¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! Canta el martillo, el garrote alzando están, canta en el campo un cuclillo, y las estrellas se van al compás del estribillo con que repica el martillo: ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! El patíbulo destaca trágico, nocturno y gris,