A un poeta, de Rubén Darío | Poema

    Poema en español
    A un poeta

    Nada más triste que un titán que llora, 
    hombre-montaña encadenado a un lirio, 
    que gime fuerte, que pujante implora: 
    víctima propia en su fatal martirio. 

    Hércules loco que a los pies de Onfalia 
    la clava deja y el luchar rehúsa, 
    héroe que calza femenil sandalia, 
    vate que olvida a la vibrante musa. 

    ¡Quién desquijara los robustos leones, 
    hilando esclavo con la débil rueca; 
    sin labor, sin empuje, sin acciones; 
    puños de fierro y áspera muñeca! 

    No es tal poeta para hollar alfombras 
    por donde triunfan femeniles danzas: 
    que vibre rayos para herir las sombras, 
    que escriba versos que parezcan lanzas. 

    Relampagueando la soberbia estrofa, 
    su surco deje de esplendente lumbre, 
    y el pantano de escándalo y de mofa 
    que no lo vea el águila en su cumbre. 

    Bravo soldado con su casco de oro 
    lance el dardo que quema y que desgarra, 
    que embiste rudo como embiste el toro, 
    que clave firme, como el león, la garra. 

    Cante valiente y al cantar trabaje; 
    que ofrezca robles si se juzga monte; 
    que su idea, en el mal rompa y desgaje 
    como en la selva virgen el bisonte. 

    Que lo que diga la inspirada boca 
    suene en el pueblo con palabra extraña; 
    ruido de oleaje al azotar la roca, 
    voz de caverna y soplo de montaña. 

    Deje Sansón de Dalila el regazo: 
    Dalila engaña y corta los cabellos. 
    No pierda el fuerte el rayo de su brazo 
    por ser esclavo de unos ojos bellos.

    Rubén Darío (Nicaragua, 1867-1916) representa uno de los grandes hitos de las letras hispanas, no sólo por el carácter emblemático de algunos de sus títulos como Azul... (1888), Prosas profanas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905) sino por las dimensiones de renovación que impuso a la lengua española, abriendo las puertas a las influencias estéticas europeas a través de la corriente que él mismo bautizó como Modernismo. Pero como decía Octavio Paz, su obra no termina con el Modernismo: lo sobrepasa, va más allá del lenguaje de esta escuela y, en verdad, de toda escuela. Es una creación, algo que pertenece más a la historia de la poesía que a la de los estilos. Darío no es únicamente el más amplio y rico de los poetas modernistas: es uno de nuestros grandes poetas modernos, es "el príncipe de las letras castellanas".

    • En medio del camino de la Vida... 
      dijo Dante. Su verso se convierte: 
      En medio del camino de la Muerte. 
      Y no hay que aborrecer a la ignorada 
      emperatriz y reina de la Nada. 
      Por ella nuestra tela está tejida, 
      y ella en la copa de los sueños vierte 

    • En la tranquila noche, mis nostalgias amargas sufría. 
      En busca de quietud, bajé al fresco y callado jardín. 
      En el oscuro cielo, Venus bella temblando lucía, 
      como incrustado en ébano un dorado y divino jazmín. 

    • Yo fui un soldado que durmió en el lecho 
      de Cleopatra la reina. Su blancura 
      y su mirada astral y omnipotente. Eso fue todo. 

      ¡Oh mirada! ¡oh blancura! y oh, aquel lecho 
      en que estaba radiante la blancura! 
      ¡Oh, la rosa marmórea omnipotente! Eso fue todo. 

    • Padre y maestro mágico, liróforo celeste 

      que al instrumento olímpico y a la siringa agreste 
      diste tu acento encantador; 

      ¡Panida! Pan tú mismo, con coros condujiste 
      hacia el propíleo sacro que amaba tu alma triste, 
      ¡al son del sistro y del tambor! 

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