Nacimiento de Cristo, de Sor Juana Inés de la Cruz | Poema

    Poema en español
    Nacimiento de Cristo

    De la más fragante Rosa 
    nació la Abeja más bella, 
    a quien el limpio rocío 
    dio purísima materia. 

    Nace, pues, y apenas nace, 
    cuando en la misma moneda, 
    lo que en perlas recibió, 
    empieza a pagar en perlas. 

    Que llore el Alba, no es mucho, 
    que es costumbre en su belleza; 
    mas quién hay que no se admire 
    de que el Sol lágrimas vierta? 

    Si es por fecundar la Rosa, 
    es ociosa diligencia, 
    pues no es menester rocío 
    después de nacer la Abeja; 

    y más, cuando en la clausura 
    de su virginal pureza, 
    ni antecedente haber pudo 
    ni puede haber quien suceda. 

    Pues a ¿qué fin es el llanto 
    que dulcemente le riega? 
    Quien no puede dar más Fruto, 
    ¿qué importa que estéril sea? 

    Mas ¡ay! que la Abeja tiene 
    tan íntima dependencia 
    siempre con la Rosa, que 
    depende su vida de ella; 

    pues dándole el néctar puro 
    que sus fragancias engendran, 
    no sólo antes la concibe, 
    pero después la alimenta. 

    Hijo y madre, en tan divinas 
    peregrinas competencias, 
    ninguno queda deudor 
    y ambos obligados quedan. 

    La Abeja paga el rocío 
    de que la Rosa la engendra, 
    y ella vuelve a retornarle 
    con lo mismo que la alienta. 

    Ayudando el uno al otro 
    con mutua correspondencia, 
    la Abeja a la Flor fecunda, 
    y ella a la Abeja sustenta. 

    Pues si por eso es el llanto, 
    llore Jesús, norabuena, 
    que lo que expende en rocío 
    cobrará después en néctar.

    Juana Ramírez de Asbaje nació en San Miguel de Neplantla (México) el 10 ó 12 de noviembre de 1651. Antes de cumplir los tres años, Juana acudió a la escuela siguiendo a una de sus hermanas mayores. De joven, la pasión por el estudio y el deseo de vivir sola, hicieron que pidiera permiso a su madre para irse travestida de chico a estudiar ciencias en la Universidad de México. Como no pudo ser y no le gustaban los hombres, decidió meterse monja, a pesar de que no tenía vocación religiosa. Moriría el domingo 17 de abril de 1695 del contagio de enfermas a las que asistió durante una epidemia de peste que afectó a la Ciudad de México, donde está enterrada. Tenía 43 años y medio. Había escrito obras fundamentales de la literatura universal. Sus últimas fueron, muy probablemente, los Enigmas ofrecidos a la soberana Asamblea de La Casa del Placer.