Prólogo al lector, de Sor Juana Inés de la Cruz | Poema

    Poema en español
    Prólogo al lector

    Estos versos, lector mío, 
    que a tu deleite consagro, 
    y sólo tienen de buenos 
    conocer yo que son malos, 

    ni disputártelos quiero 
    ni quiero recomendarlos, 
    porque eso fuera querer 
    hacer de ellos mucho caso. 

    No agradecido te busco: 
    pues no debes, bien mirado, 
    estimar lo que yo nunca 
    juzgué que fuera a tus manos. 

    En tu libertad te pongo, 
    si quisieres censurarlos; 
    pues de que, al cabo, te estás 
    en ella, estoy muy al cabo. 

    No hay cosa más libre que 
    el entendimiento humano; 
    ¿pues lo que Dios no violenta, 
    por qué yo he de violentarlo? 

    Dí, cuanto quisieres de ellos, 
    que, cuando más inhumano 
    me los mordieres, entonces 
    me quedas más obligado, 

    pues le debes a mi Musa 
    el más sazonado plato, 
    (que es el murmurar), según 
    un adagio cortesano. 

    Y siempre te sirvo, pues 
    o te agrado, o no te agrado: 
    si te agrado, te diviertes; 
    murmuras, si no te cuadro. 

    Bien pudiera yo decirte 
    por disculpa, que no ha dado 
    lugar para corregirlos 
    la prisa de los traslados; 

    que van de diversas letras, 
    y que algunas, de muchachos, 
    matan de suerte el sentido 
    que es cadáver el vocablo; 

    y que, cuando los he hecho, 
    ha sido en el corto espacio 
    que ferian al ocio las 
    precisiones de mi estado; 

    que tengo poca salud 
    y continuos embarazos, 
    tales, que aun diciendo esto, 
    llevo la pluma trotando. 

    Pero todo eso no sirve, 
    pues pensarás que me jacto 
    de que quizá fueran buenos 
    a haberlos hecho despacio; 

    y no quiero que tal creas, 
    sino sólo que es el darlos 
    a la luz, tan sólo por 
    obedecer un mandato. 

    Esto es, si gustas creerlo, 
    que sobre eso no me mato, 
    pues al cabo harás lo que 
    se te pusiere en los cascos. 

    Y a Dios, que esto no es más de 
    darte la muestra del paño: 
    si no te agrada la pieza, 
    no desenvuelvas el fardo.

    Juana Ramírez de Asbaje nació en San Miguel de Neplantla (México) el 10 ó 12 de noviembre de 1651. Antes de cumplir los tres años, Juana acudió a la escuela siguiendo a una de sus hermanas mayores. De joven, la pasión por el estudio y el deseo de vivir sola, hicieron que pidiera permiso a su madre para irse travestida de chico a estudiar ciencias en la Universidad de México. Como no pudo ser y no le gustaban los hombres, decidió meterse monja, a pesar de que no tenía vocación religiosa. Moriría el domingo 17 de abril de 1695 del contagio de enfermas a las que asistió durante una epidemia de peste que afectó a la Ciudad de México, donde está enterrada. Tenía 43 años y medio. Había escrito obras fundamentales de la literatura universal. Sus últimas fueron, muy probablemente, los Enigmas ofrecidos a la soberana Asamblea de La Casa del Placer.