Verde embeleso de la vida humana, 
loca esperanza, frenesí dorado, 
sueño de los despiertos intrincado, 
como de sueños, de tesoros vana; 
alma del mundo, senectud lozana, 
decrépito verdor imaginado; 
el hoy de los dichosos esperado, 
y de los desdichados el mañana: 
sigan tu sombra en busca de tu día 
los que, con verdes vidrios por anteojos, 
todo lo ven pintado a su deseo; 
que yo, más cuerda en la fortuna mía, 
tengo en entrambas manos ambos ojos 
y solamente lo que toco veo.
Juana Ramírez de Asbaje nació en San Miguel de Neplantla (México) el 10 ó 12 de noviembre de 1651. Antes de cumplir los tres años, Juana acudió a la escuela siguiendo a una de sus hermanas mayores. De joven, la pasión por el estudio y el deseo de vivir sola, hicieron que pidiera permiso a su madre para irse travestida de chico a estudiar ciencias en la Universidad de México. Como no pudo ser y no le gustaban los hombres, decidió meterse monja, a pesar de que no tenía vocación religiosa. Moriría el domingo 17 de abril de 1695 del contagio de enfermas a las que asistió durante una epidemia de peste que afectó a la Ciudad de México, donde está enterrada. Tenía 43 años y medio. Había escrito obras fundamentales de la literatura universal. Sus últimas fueron, muy probablemente, los Enigmas ofrecidos a la soberana Asamblea de La Casa del Placer.