Aquel mes de febrero tiritaba en su albura de la escarcha y la nieve; azotaba la lluvia con sus rachas el ángulo de los negros tejados; tú decías: ¡Dios mío! ¿Cuándo voy a poder encontrar en los bosques las violetas que quiero? Nuestro cielo es llorón, en las tierras de Francia la estación es friolera como si aún fuera invierno, y se sienta a la lumbre; París vive entre fango cuando en tan bellos meses ya Florencia desgrana sus tesoros que adorna un esmalte de hierba.
Mira, el árbol negruzco su esqueleto perfila; se engañó tu alma cálida con su dulce calor; no hay violetas excepto en tus ojos azules, y no hay más primavera que tu rostro encendido.
Aquel mes de febrero tiritaba en su albura de la escarcha y la nieve; azotaba la lluvia con sus rachas el ángulo de los negros tejados; tú decías: ¡Dios mío! ¿Cuándo voy a poder encontrar en los bosques las violetas que quiero?