Ayer por mi calle pasaba un borrico, el más adornado que en mi vida he visto. Albarda y cabestro eran nuevecitos, con flecos de seda rojos y amarillos. Borlas y penacho llevaba el pollino, lazos, cascabeles y otros atavíos; y hechos a tijera, con arte prolijo, en pescuezo y anca dibujos muy lindos. Parece que el dueño, que es, según me han dicho, un chalán gitano de los más ladinos, vendió aquella alhaja a un hombre sencillo; y añaden que al pobre le costó un sentido. Volviendo a su casa, mostró a sus vecinos la famosa compra, y uno de ellos dijo: Veamos, compadre, si este animalito tiene tan buen cuerpo como buen vestido. Empezó a quitarle todos los aliños, y bajo la albarda, al primer registro, le hallaron el lomo asaz malferido, con seis mataduras y tres lobanillos, amén de dos grietas y un tumor antiguo que bajo la cincha estaba escondido. Burro (dijo el hombre), más que el burro mismo, soy yo, que me pago de adornos postizos.
A fe que este lance no echaré en olvido, pues viene de molde a un amigo mío, el cual, a buen precio, ha comprado un libro bien encuadernado, que no vale un pito.
Ello es que hay animales muy científicos en curarse con varios específicos y en conservar su construcción orgánica, como hábiles que son en la botánica, pues conocen las hierbas diuréticas, catárticas, narcóticas, eméticas,
Ayer por mi calle pasaba un borrico, el más adornado que en mi vida he visto. Albarda y cabestro eran nuevecitos, con flecos de seda rojos y amarillos. Borlas y penacho llevaba el pollino, lazos, cascabeles y otros atavíos;
Más allá de las islas Filipinas hay una, que ni sé cómo se llama, ni me importa saberlo; donde es fama que jamás hubo casta de gallinas hasta que allá un viajero