Arcángel derribado, el más hermoso de todos tú, el más bello, el que quisiste ser como Dios, ser Dios, mi arcángel triste, sueño mío rebelde y ambicioso.
Dios eres en tu cielo tenebroso, señor de la tiniebla en que te hundiste y de este corazón en que encendiste un fuego oscuramente luminoso.
Demonio, señor mío, haz que en mi entraña cante siempre su música el deseo y el insaciable amor de la hermosura,
te dije un día a ti, ebrio de saña mortal. Y, luego a Dios también: No creo. Pero velaba Dios desde la altura.
¡Qué profundo es mi sueño! ¡Qué profundo y qué claro, qué transparente es, ahora, el universo! Si pensando en ti, siempre, si, soñado contigo, me desvelo, y te miro por dentro, con mis ojos, si te miro por dentro...